TÓRRIDO CALOR, ISLA CRISTINA, UNOS VASCOS Y CENA MEMORABLE
Esta semana aprovechando o huyendo del insoportable calor de la capital hispalense, decidí poner rumbo al litoral de Huelva, concretamente a Isla Cristina ya cerca de la frontera con Portugal.
Esta pequeña y agradable localidad, descubierta y fundada en su día por empresarios catalanes y vascos que supieron ver en ella un potencial pesquero, que fue diluyéndose progresiva y desgraciadamente, hasta lo que actualmente queda.
Un pueblo lleno de recuerdos de lo que significó la industria de la pesca en su día y lo que a lo largo de la modernización fue quedando en el olvido.
UNOS VASCOS MUY DE LA ISLA
En esta época convulsa con los coletazos, aún fuertes de la dichosa pandemia del Covid, acompañé a mis cicerones en Isla Cristina, Susa y Paco Gallinato, que sabiamente reservaron mesa en el lugar de Pía y Ramontxu, matrimonio vasco, que son artífices y almas de este interesante rincón gastronómico.
Anteriormente regentaron la Peña Submarinista, frente a la Lonja, pero su bue hacer y la creciente clientela habitual, les obligó a buscar otra ubicación para poder atender mejor, con más seguridad, comodidad y amplitud a todos de los que tienen la suerte de disponer de una mesa.
Se mudaron a lo que anteriormente fue el Mesón Los Faroles, en la céntrica calle Conde Vallellano, número 21, hoy reconvertido por la parada euskaduna en ASADOR LOS VASCOS.
Pía recibe y atiende a los cliente con ese buen hacer y clase que tienen los vascos, con simpatía y elegancia, pero aparte del saludo y comentario cortés, escueta y nada de la dicharachería y guasa que empleamos los de aquí. No hablé mucho con ella.
Ramontxu en los fogones es el responsable, claro, de las obras, maravillas, que llegan a la mesa. No tuve el placer de conocerlo, pero a buen seguro volveré por allí y lo saludaré.
La carta fija, escrita, es reducida, ya que al ser su cocina de absoluto mercado diario, temporada y cercanía, la mayoría de los platos están manuscritos y cambian a diario. Compran calculando, por reservas y experiencia, para un día o dos, por lo que la despensa no es muy extensa, y no es nada raro que muchas de las ofertas se agoten incluso por la noche.
Pía, con su cortesía y sonrisa, se encarga de decírtelo antes para que luego no los pidas, yo lo hice… y en varias ocasiones.
Como en toda buena casa vasca puedes pedir Txakolí, muy frío y chispeante, ese blanco costero, que hoy es todo un elixir que acompaña a la perfección con productos que el mar, o la mar, proporciona. Yo lo pedí como copa de aperitivo, ellos tres cañas y después nos decidimos por un Rioja Crianza de la Casa.
Comenzamos con un carpaccio de atún. Extensos filetes de delicioso atún, finísimamente cortados y aderezados con una mezcla de aove y balsámico que te obliga a mojar pan.
Reconozco que fui bastante reticente al pedirlo, pero también que sucumbí hasta el punto de repetir y pedir otro plato.
El siguiente plato elegido por mis acompañantes fue una ración de chipirones rellenos de gambones con una salsa suave y deliciosa de cebolla y pimientos, el gambón no sólo sabe si no que además se ve.
Apunto sobre este plato una cosa muy importante, al menos para mí, los chipirones están perfectamente limpios, ‘rara avis’ en los mundos de la hostelería actual.
Un revuelto de pulpo, kokotxas y gambones fue el tercer acierto de la noche. La simplicidad del plato, con el huevo muy jugoso, cremoso, poco hecho, para mi gusto, y la buena calidad de la materia utilizada, hace de él toda una experiencia en la fusión de sabores deliciosos.
Como broche final a esta estupenda cena y experiencia de múltiples y deliciosos sabores y siguiendo a mi tradición en la búsqueda de la croqueta perfecta, solicité unas croquetas de bacalao.
Deliciosas, con una bechamel casera y un delicado toque de nuez moscada, sin dudad estarán en las primeras posiciones de mi “top ten” de las mejores croquetas.
Felicidades Ramontxu, aunque las mejores siguen siendo las que yo hago.
En definitiva, una cena más que satisfactoria, memorable, y estas letras no son más que un pequeño homenaje de reconocimiento al buen hacer en la cocina y hostelería en general, cuando hay ganas, vocación, técnica, cariño y complicidad.
El precio de la cena de tapeo fue, 78 €, también estupendo, sentados, bien atendidos y disfrutando de estos manjares 19,50 € por persona me parece muy adecuado.
En estos tiempos con tanta inercia, desencanto, mediocridad y mimetismo, descubrir aún una isla gastronómica paradisiaca y no muy mediática, da un gusto especial y por eso hay que contarlo.
Pues contado queda.
Gracias Asador Los Vascos, volveré.
Juan Carlos Lobo
Asador Los Vascos
C. Conde Vallellao, 21
21410 Isla Cristina, Huelva
Teléfono 696 23 92 52