BODEGA LAS MORADAS DE SAN MARTÍN

por Celso Vázquez
Publicado: Ultima actualización en

VINOS SINGULARES, SERRANOS DE NATURALEZA Y TÉCNICA SIN PAR

Unos grandes vinos de altura en el Gredos madrileño

En el límite de la comunidad de Madrid a la puerta de Gredos a casi 850 metros de altitud se elaboran unos de los vinos de mayor calidad reconocida de Madrid. Vinos de vieja y dura tierra y de elaboración moderna, actual pero muy respetuosa al medio, ecológica en su total producción y donde el hombre propone y hace y la Naturaleza dispone y ofrece.

Se trata de la bodega Las Moradas de San Martín, en el término de San Martín de Valdeiglesias, una pequeña y sencilla bodega situada en los montes que circundan este pueblo agrícola y montaraz del oeste madrileño. Entre pinos,  encinas, alguna higuera, frutales y zarzamoras, cultivan diez pagos o  viñas bien diferenciadas,  siete de ellas de garnachas viejas y tres de Albillo real, blanco recuperado felizmente,  de los que obtienen unos sanos, robustos y elegantes vinos de cepas en vaso.

Todo empezó hace poco más de 22 años,  como una aventura de profesionales, jóvenes entonces, buscando la posibilidad de buscar vinos de terruño, ‘terroir’, singulares de raíz autóctona y personalidad evidente. Estos fueron capitaneados por el inquieto enólogo iruñés riojano, Telmo Rodríguez,  gran hacedor de grandes vinos como Remelluri, Alma, Gago, Pago de la Jara) y hoy Las Moradas está  en manos del pujante grupo vitivinícola aragonés de Enate.

Isabel Galindo

Pero, como explica nuestra compañera, María Zarzalejos, en su excelente crónica de la visita que adjuntamos, el alma de la bodega es una mujer de raza y temple, Isabel Galindo, hermosa y lozana, inteligente y vivaz, baqueteada por años de experiencia, antes en Ribera de Duero, y desde que empezó,  desde el principio en 1999, en Las Moradas, es una maravillosa  hada escondida y dedicada a su gran pasión ‘hacer buenos vinos’.

 ¡¡Y votamos abrios, que los consigue!!

Pasamos un día estupendo, muy cercano, sencillo y cómplice, sin alharacas, lujos ni fruslerías de mercadotecnia ni relaciones públicas. Al pan, pan, al campo, campo y al vino, vino…y muy bueno.

Tanto Isabel cómo Emiliano Garcia, responsable comercial, fueron dos maravillosos anfitriones como demuestran las palabras de Zarzalejos.

La bodega está apenas a cincuenta minutos de Madrid y les decimos que bien merece una visita por sus excelentes y únicos vinos, por el incomparable medio y paisaje y por la gran humanidad del paisanaje. Desde luego solicitándo la visita previamente

Los vinos son de nuestros preferidos y en nuestra web, por supuesto, están en buen lugar en la sección de RECOMENDAMOS.

La cata y comentarios sobre estos la publicaremos de la mano de Jaime I. Jiménez, que nos acompañó en la visita, con el también amigo y colega, Miguel Casas de la Guía Miguelín.

Les dejamos con María Zarzalejos.

Celso y Rafael, El Trotamanteles.

María Zarzalejos

«LAS MORADAS DE ISABEL GALINDO»

‘Las Moradas’ o ‘El Castillo Interior’ es una obra de santa Teresa de Jesús, escrita en 1577, como guía para el desarrollo espiritual a través del servicio y la oración. Inspirada en su visión del alma como un diamante con forma de castillo, dividido en siete mansiones, la obra se concibe como el progreso de la Fe en siete etapas, que concluye con la unión con Dios. Se publicó once años después, en 1588. Fue su última obra.

Precisamente en referencia a este libro se llama la bodega Las Moradas de san Martín (de Valdeiglesias) que tiene diez parcelas y que son las ‘moradas’ en las que Isabel Galindo desarrolla toda su actividad profesional en conseguir los vinos que ella quiere y le gustan buscando la perfección y sacando el máximo provecho a la tierra y a los frutos que dan año tras año; albillo real y garnacha, siempre iguales, siempre diferentes.

Lo primero que me sorprendió muy gratamente es como Isabel Galindo, ingeniero agrónomo con una trayectoria de varios años en el mundo del vino, nos recibe en plena faena de la vendimia. Su cara demuestra cansancio y esfuerzo y sus manos tienen la huella de la garnacha que se está despalillando en la bodega. Aun así no pierde la sonrisa y a partir de ahí todo lo que nos cuenta es ilusión, esfuerzo y también resultados muy alabados y premiados.

La bodega está decorada con las cajas de racimos de garnacha recién cogidos, la máquina despalilladora, barricas de roble francés y húngaro, depósitos de acero inoxidable…¡lo que es una bodega! Que nadie espere una construcción espectacular, es un edificio en armonía con el paisaje. Austeridad, serenidad y total ausencia de postureo.

Las diez parcelas de viñedos son todas diferentes , pero todas ellas están sobre suelo de arena y, aunque han hecho calas de hasta tres metros, al final chocan con piedra. No hay más.  Aun así, sobre ese terreno arenoso y en algunas parcelas con piedras, la albillo real y la garnacha se comportan de maravilla. 

Las viñas de albillo son más bajitas y en cambio las de garnacha son más altas y frondosas y me llama la atención la parcela  Centenaria,(finca plantada en 1908) por sus viñedos frondosos, altos y con troncos gruesos y oscuros que dan una garnacha de alta calidad y que se destinan a elaborar el tinto ‘Las Luces’ (el summun de la bodega) que todos coincidimos es un gran vino y el menos conocido.

La orientación de las diez  parcelas y la diferente edad de los viñedos hace que la elaboración de los vinos, año tras año, sea un reto personal de Isabel que busca la perfección, el equilibrio y corregir cualquier defecto que ella pueda detectar.

Todas estas parcelas conviven con pinos, encinas, romero, tomillo, orégano, higueras, moras creando un paisaje que invita a pasear y al final sentarnos debajo de una centenaria encina, que fue lo que hicimos.

Alrededor de  una mesa con mantel blanco de hilo perfectamente planchado (¡detallazo!) disfrutamos de todos los vinos de las Moradas escuchando y comentando  las explicaciones de Isabel.

Disfrutamos del ‘Albillo Real’, del ‘Senda’, el ‘Initio’ y ‘Las Luces’. El picoteo de jamón, queso e higos nos supo a gloria y más acompañado con los vinos de Las Moradas de San Martín.

Una de las cosas que más me llamó la atención es que el ‘Albillo Real’ nos recomendó beberlo un poco más templado de lo habitual; sugirió que a 12 grados.  Y lo cierto es que dejando pasar unos minutos, era un vino diferente al que probamos al principio que estaba frío. La verdad es que a mí me gustó mucho frío y menos frío.

‘Las Luces’ nos encantó a todos como he comentado antes. No se elabora todos los años, ya que la garnacha tiene que ser de una calidad extrema y responder a unas características determinadas de color, acidez…

En esta entretenida  tertulia salieron a la luz la visita de corzos, jabalíes, conejos y pájaros que buscan en los viñedos disfrutar de las uvas albillo y garnacha que nosotros comimos y que estaban buenísimas.

Es una Zona de Especial Protección para las aves con más de 70 especies. Cogí un racimito de uvas albillo directamente de la cepa que tenía alguna uva un poco pasa y me encantaron. Las dos variedades estaban buenísimas, así que disfrutamos como pájaros.

Nos comentó los injertos que hacían, el proceso de fermentación natural  y alguna cosa más que en el futuro se verá.

La vendimia no ha terminado y sólo me queda recomendar disfrutar de los vinos de Las Moradas que puedo asegurar están mimados y son una apuesta muy personal de una mujer, ingeniera agrónoma, que siente pasión por el vino.

¡Qué buena combinación es la de conocer a fondo la tierra y ser enóloga!

En definitiva lo primero es conseguir un buen fruto y para ello la tierra tiene que querer y la de las Moradas quiere a la albillo real y a la garnacha.

Los vinos de Las Moradas de san Martín están acogidos a D.O. Vinos de Madrid y todos ellos se elaboran con viticultura ecológica.

Pd. Me traje un ramo de tomillo salsero y cantueso».

por María Zarzalejos, periodista gastronómica y cocinera

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