CAOS Y ABUSO EN LA CRÍTICA GASTRONÓMICA EN LAS REDES SOCIALES Y SUS CONSECUENCIAS Y MI OPINIÓN PERSONAL

por Celso Vázquez

Parece, yo también coincido, que esto, tarde o temprano, estallará. La situación, además de escandalosa, es patética. La sinvergüenzonería, aliada al desconocimiento, a la osadía, a la nefasta necesidad y mucha ‘mala baba’ convierten en demencial la situación.

Chantajes, servilismos pueriles, vanidades fatuas, envidias y navajazos, de todo, nos encontramos en esta viña del señor que es el mundo de la comunicación y los comentarios gastronómicos, lo que muchos confunden con la seria y experta crítica gastronómica.

Como en la foto, auténticos payasos (con mi total respeto a esa gran profesión) con osada y alevosa ignorancia intentan con loas, lisonjas y medias verdades hacer la pelota a restaurantes, posibles clientes, dando una información seudofalsa que interfiere de mala manera en la crítica de restaurantes.

Les dejo con tres artículos sobre ello, uno, muy reciente, de descripcion y autoconfesión profesional de tres grandes y experimentadas periodistas gastronómicas, Raquel Castillo Charfolet, Alexandra Sumasi, y Yanet Acosta, otro de protesta de Juan Luis Forcada y al final uno con mi propia humilde opinión publicado ya hace siete años.

Rafael Rincón JM.

¿QUÉ ES SER UNA CRITICA GASTRONÓMICA?

«Artículo firmado por Raquel Castillo, Yanet Acosta y Alexandra Sumasi. La consabida máxima «Lo que no se comunica, no existe» es perfecta para describir el trabajo femenino en todos los sectores. También en el periodismo gastronómico y en uno de sus géneros, la crítica. Cansadas de la invisibilidad, tres periodistas que colaboran con Bon Viveur se unen en este artículo para reivindicarlo.

Una mujer que en España ejerce la crítica gastronómica es principalmente una profesional invisible. Poco importan antecedentes tan relevantes como los de Carmen Casas, Paz Ivison o Ana Lorente durante La Transición, porque de ellas no se suele hablar, ni siquiera en un artículo dedicado a los críticos gastronómicos publicado en Bon Viveur, el medio especializado en gastronomía en español que más mujeres tiene en su sección de Opinión.

Pensar en los referentes de la crítica gastronómica ha sido pensar en masculino y así lo fue hasta los años 90 del siglo pasado en los que los diarios de mayor tirada reforzaban esta idea de que las críticas son cosa de hombres y las recetas de mujeres. Con el paso al siglo XXI el escenario cambió, y desde entonces son las mujeres las que mayoritariamente divulgan lo gastronómico a través de cualquier género periodístico (también la crítica).

Entre ellas se encuentra Raquel Castillo que ha practicado la crítica gastronómica desde hace más de 20 años. Para ella, “la crítica es un género en franca regresión, una forma de hacer periodismo posiblemente abocada a desaparecer en un futuro no muy lejano”. Y asegura que buena parte de los que hoy en día la ejercen como tal, ‘stricto sensu’, son anteriores a la generación ‘boomer’.

Castillo se considera fundamentalmente una periodista especializada en gastronomía, trabajo que aborda recurriendo a los diferentes géneros periodísticos, desde una entrevista a un reportaje, una crónica o, también, claro, una crítica. Es obvio que críticos ha habido siempre en los distintos ámbitos de la información. A los críticos (de cine) se recurre cuando queremos saber si una película es o no buena, a los de teatro si nos planteamos ir a un estreno, como se hace con la literatura o el arte en el caso de una novela o una exposición. La gastronomía o más concretamente los restaurantes también son objetos de crítica, por descontado. Los especialistas están ahí para eso precisamente, para recomendar al lector (nos referimos a la prensa, pero el planteamiento es idéntico para otros medios de comunicación, incluyendo los entornos digitales y las redes sociales). Asesorarle, guiarle, decirle por qué ha de ir a conocer determinado establecimiento, o por qué no hacerlo, si merece la pena invertir tiempo y dinero en visitarlo, qué es lo que le hace diferente, qué plato le va a sorprender, darle información, ayudarle a que forme su propio criterio y juzgue por sí mismo. Con argumentos, con conocimiento y experiencia. Como siempre. Como en todo. Y esto, por descontado, pueden hacerlo igual de bien (o de mal, por supuesto) mujeres y hombres.

El hecho de que hasta ahora haya habido una mayoría de hombres dedicados a la crítica (sin más, muchos incluso no eran periodistas, sino que provenían de otros sectores y no desarrollaban ninguna otra faceta relacionada con el periodismo) no es más que un reflejo de lo que siempre ha sido la sociedad. La labor de las mujeres ha sido ninguneada, invisibilizada permanentemente en las artes, en las ciencias, en la cultura y consecuentemente en el periodismo. La historia está llena de olvidos flagrantes. ¿Cuántas directoras de medios de comunicación actuales conocen? ¿Cuántos nombres de cocineras con estrellas Michelin dirían de corrido sin pararse a pensar? ¿Y de periodistas que no salgan en la tele o las tertulias de radio? ¿Y si preguntamos por colegas que escriban de gastronomía, de restaurantes o de vinos? Pues las hay. Muchas. Como las que firmamos este artículo. No tenemos los datos concretos, pero podríamos decir sin temor a equivocarnos que en el periodismo gastronómico somos mayoría. Por eso tenemos que opinar, nuestros argumentos tienen que ser tenidos en cuenta. Nuestro punto de vista es tan válido como el de nuestros colegas masculinos, hayamos o no ejercido la crítica alguna vez —o de forma continuada—. No es sólo una cuestión de paridad, es que no hacerlo es pensar en pequeño, hurtar puntos de vista, obviar parte de la realidad, en cierta medida engañar al lector, aunque el engaño no sea premeditado. Y es engaño porque se oculta, quizás por olvido, una parte de la verdad.

Micromachismo, sí, involuntario, seguramente. Pero no podemos pasarlo por alto. Por lo menos no nosotras, que tenemos la posibilidad de hacernos oír poniendo nuestro punto de vista negro sobre blanco, máxime en un medio digital como éste, Bon Viveur, que habitualmente cuenta con nuestras firmas. Porque, al final, lo que interesa es que como profesionales nos dirijamos un público que demanda información gastronómica de calidad.

Por otro lado, ¿y si nos encontráramos ante un cambio de paradigma? Hay atisbos que indican que la crítica gastronómica al uso se está transformando para dejar de ser esos escritos rebozados de supuesta autoridad masculina del siglo pasado para acercarse más a otros formatos narrativos con opiniones argumentadas en un tono dialogante.

¿Por qué pensar que la crítica se refiere única y exclusivamente a restaurantes siendo la gastronomía un campo mucho más amplio? Opinar y valorar con criterio unas patatas, una alcachofa, un aceite de oliva, una carne o un pescado, siempre desde un plano profesional, ¿no puede acaso clasificarse como crítica gastronómica? ¿Y es que la crítica gastronómica no debería abordar lo que se vende en el supermercado o las políticas agroalimentarias?

Si ampliamos nuestras miras, ¡la cosa cambia! y es entonces cuando las mujeres críticas gastronómicas, periodistas gastronómicas, empiezan a hacerse notar. Críticos al uso se cuentan con los dedos de una mano; críticos del siglo XXI, son ya ellas, ellos y, tal vez, elles».

de Alexandra Sumasi, Yanet Acosta y Raquel Castillo Charfolet en bonviveur.es

CONFIESO MI HARTAZGO

Estoy harto de leer endebles crónicas de restaurantes escritas por gente sin criterio ni experiencia suficientes.

Estoy harto de supuestos escritores gastronómicos que no han pisado una gran casa en París y que relatan, sentando cátedra, sus apasionantes correrías patrias a la búsqueda de la verdadera ensaladilla.

Estoy harto de afamados cronistas del comer que se sientan completamente ebrios a una mesa, tratando de no caerse de la silla, invitados por un patrón temeroso de contrariarles; estúpidos despojos de lo que fueron.

Estoy harto del chantajismo de periodistas de la manduca y organizadores de eventos que llaman al propietario de un restaurante diciéndole que quieren cenar en sábado noche por la quinta parte del ticket medio del establecimiento; chantajistas y gorrones.

Estoy harto de congresos, simposios, ponencias y discursitos; quitando tres, el resto de esos eventos tienen como única explicación el interés comercial de marcas que los usan como escaparate de sus productos.

Aún espero una sesuda ponencia sobre la piltrafa que meten en la aceituna. Llegaremos a eso. Estoy harto de renombradas listas internacionales que se paren en promiscuos cenáculos donde compadrean los que votan y los votados, embriagados todos por la ambrosía de las grandes corporaciones. Más que listas, son verdaderos circos.

Estoy harto de la palabra foodie.

Estoy harto de cortejos itinerantes, de gañote, auspiciados por aquellos que se dicen salvaguarda de la cosa gastronómica: que se lo hagan mirar.

Estoy harto de que la crítica gastronómica esté trufada de espurios e inconfesables intereses; me pregunto cómo se puede escribir una crónica gastronómica de un restaurante manteniendo una asesoría en el mismo o en otro a la vuelta de la esquina.

Estoy harto de escuchar a próceres de lo gastronómico decir que las salsas francesas les aburren. ¡Ay, imprudentes mentecatos que desprecian lo que ignoran!

Estoy harto de aquellos que constantemente se miran al ombligo y no tienen recato al gritar a los cuatro vientos que la cocina española es la mejor del mundo mundial; sí, esos que no han salido de su barrio.

Estoy harto de la palabra vanguardia.

Estoy harto de la inconsistencia, ausencia de sentido y de bagaje de quienes hoy pueblan las redes sociales con sus opiniones de parvulario gastronómico.Estoy harto de los palmeros de los grandes cocineros; gente que no tiene reparo en despellejarte en las redes cuando osas no adular a sus admirados.

Como verán, estoy harto; muy harto».

de Juan Luis Forcada

MI RESPUESTA:

Al nuevo artículo de mis tres compañeras, a las que respeto y creo son un gran ejemplo del pujante periodismo gastronómico femenino.

En principio estoy básicamente de total acuerdo en lo que exponen. Quizá en el tema de mujeres que escribieron sobre gastronomía, habría que añadir a Ana Alonso de Letamendia, Lourdes Plana, fuera de las escritoras de cocina, incluiría a María Jesús Gil de Antuñano, Clara González de Amezúa, Nines Arenillas, Ymelda Moreno, María Zarzalejos…y coetáneas a ellas ya son múltiples, como Julia Pérez Lozano, Susana Gómez Ramos, Paz Álvarez, Mar Romero, Concha Crespo, Emma Sueiro, Ana Belén Toribio y muchas más que de una u otra manera son periodistas dedicadas a la gastronomía en general.

Es cierto en este XXI son mayoría y creo que también en el sector directivo lo serán en menos de un decenio

Es cierto que hubo y hay aún mucho ¿micro? machismo…pero como en la sociedad y quizá menos. Nuestro sector nunca ha sido mitanye intransigente contra la mujer. Prueba de ello es que se han incorporado, ocupado, mayoreando y próximamente dominando el ámbito periodístico gastronómico.

Yo desde luego no lo he sido. Jamás. No lo entiendo. Y por otra parte en la función de ampliar la crítica gastronómica a productos y servicios, fuera del restaurante, lo llevo practicando desde que escribo de todo esto.

Y si, confieso que no soy periodista, nunca lo he dicho, es cierto que estudie día cursos de Ciencias de la Información, rama Publicidad pero no acabe la carrera por diversos motivos profesionales personales.

Les felicito por el artículo que creo debería tener mayor difusión para jóvenes con vocación al tema.

Respecto a, Juan Luis, que de verdad estaba cabreado, le contesté así en 2016.

«A lo mejor tengo que darme por aludido, pero nunca es mi intención el parecer parte de esta burbuja, inevitable, de la crítica gastronómica en las redes sociales.

Inevitable, digo, pues está en ciernes, hay que tener paciencia y el mismo mercado irá arelando, primero, y cribando después, poniendo a cada uno en su lugar.

Ya empieza a hacerlo, su artículo es muestra del rechazo al degenerado abuso que vivimos ahora.

Me decía, siempre, Joaquín Merino, el Príncipe, que lo fundamental en cualquier actividad es el talento, esa cualidad que no todos tienen, hay que tenerlo y saber en qué es y dónde se tiene.

La experiencia, a la que usted aduce un par de veces, no siempre es fundamental, hay jóvenes personas, muy pocas, pero las hay, con una habilidad excelente para discernir calidad, que ponen todo el interés y esfuerzo en ello, en conocer, aprender, leer, estudiar, pero a los que biológicamente no les ha dado tiempo a conocer aquella cocina de los grandes fondos y salsas elaboradas, pero que saben discernir las apuestas actuales serias y cualitativamente con futuro de los bluff, aventureros de un día.

Creo que usted dice muchas verdades, que refleja un sentimiento que está presente en el sector, pero, discúlpeme, cuando uno escribe en caliente exagera, se aturde con cierta ira o frustración acumulada.

Estamos viviendo, como expuse, una nueva situación, las RRSS, apenas tienen 10 años, cambian a velocidad de rayo, y hay que dejar que las aguas se calmen. Hacerlo en la tormenta es un crédulo ruego a los dioses para que calmen el mar furibundo.

Teniendo razón en casi todo, le explico que según mi humilde criterio es el propietario-empresario-gerente del restaurante el que debe espabilar.

Son ellos los que deben de entender que las RRSS y la comunicación son fundamentales en la marcha económica de un establecimiento; pero mucho más la cocina, verdadero motor de todo; el servicio, la carrocería que ven y sienten los clientes; las técnicas y protocolos de funcionamiento que lleven a una buena relación oferta-servicio-calidad-precio…

Creo que esto muchos lo olvidan y la vanidad, ese vicio tan humano, les ha perturbado, están midiendo más lo que de ellos se habla que de los clientes que repiten, o la marcha positiva, o negativa, de su cuenta de resultados.

No todo debe ser ‘postureo’, ese cáncer de nuestra profana sociedad, hay que trabajar, leer, no ver, saber qué o quién merece la pena y quién no.

Si el trabajo se hace bien y el resultado es bueno, hay que prestar oídos sordos a esos timadores cantamañanas, estafadores, pelotas, que amenazan, chantajean, con sus críticas que no merecen la pena atender.

Y si insisten, denunciarlas, pues se puede y de hecho la justicia ya ha empezado a hacer su función con esos desalmados.

También sería conveniente actuar como grupo de presión hostelera ante los grandes portales todopoderosos, El Tenedor, Trip advisor, etc. igual que se hizo en los 90 con los abusos de las tarjetas de crédito.

Pero sobre todo espabilar…

En cuanto a los lectores, reaccionarán y decantarán cuáles y quiénes merecen su confianza y cuáles no. Y no tardará mucho en pasar.

Respecto a los que escribimos, nos vendría bien un baño de ética, de humildad y sencillez. un auténtico autoanálisis de lo que somos y que sabemos de verdad, y atenernos a ello.

No todo el mundo puede ser el mejor, ni siquiera bueno… un cocinero no debe creer que será o es un Adriá en ciernes, al igual un bloguero o periodista joven, no debe creerse un Víctor de la Serna o Miquel Sen…

Por último, me disculpo por la extensión, hay un culpable claro, responsable de la masificación y descontrol zafio del critiqueo, las Agencias de Comunicación.

Se han multiplicado en ocho años como el champiñón en cueva.

Las inevitables niñas bonitas de la alta sociedad, del mundo guapo, que en vez de poner boutiques ponen agencias, o la despedida masiva de periodistas de los periódicos, televisiones y emisoras que se quedaron en la calle, han proliferado las agencias personales, que sólo ven las risas, las caras y la cantidad y no tienen ni idea del sector, confundiendo la hostelería con pasarelas de conocidos, algunos de ellos semiprofesionales, que atiborran gratis las mesas de sus restaurantes representados.

Esa desleal competencia mercadeando hacia abajo, con total actitud mísera, sórdida, servilismo, donde lo único que cuenta es cobrar la miseria que paga el cliente y por ello se llega a un nivel de adulación inverosímil y servilista.

Eso se ha contagiado al sector de los escribidores, que se despellejan o se venden por uno o dos platos de lentejas, a veces incomibles.

Bueno no sé si me he explicado bien, yo comparto en parte, más tranquilo, seguramente por estar a mitad de mi séptimo decenio, lo que me da paciencia y una visión con una más amplia perspectiva.

Me cansa y asombra lo que está pasando pero me lo tomo sin esa calentura, que por otra parte está muy bien, pues me ha hecho meditar y escribir sobre ello.

Enhorabuena por su apasionada denuncia».

Rafael Rincón JM

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