Otro interesante artículo, también atrasado, de nuestro colaborador hispalense, Juan Carlos Lobo, de su visita a un nuevo local venezolano, El AREPAZO, en Sevilla. Una muestra sencilla y auténtica de la cocina popular del querido y sufrido país caribeño. Les dejo con él.
Rafael Rincón JM.
«EL AREPAZO» TODO POR UNA TRES LECHES…

Con sinceridad me declaro ignorante en lo que se refiere a la cocina venezolana, no había podido escribir nada hasta ahora, ya que no estaba preparado. Mis únicas experiencias habían sido algunos lugares de arepas en Tenerife, dada la gran conexión y hermandad filial entre Canarias y la nación chévere, donde tras múltiples visitas y experiencias infructuosas me habían llevado a denostarlas absolutamente.
En una de las muchas salidas a comer con grupos de amigos, una de ellos, Rosana que resultó ser venezolana, bueno solo a medias, aunque a corazón completo. Digo a medias por ser también medio italiana, me preguntó si conocía la comida de su país, y le conté mi nefasta experiencia insular. Ella, más motivada que indignada, me ofreció visitar y conocer un restaurante venezolano en Sevilla.
Mi cara mostró una expresión de mezcla de sorpresa-terror-inquietud-curiosidad, pero al ser guiado por ella y la confianza que su conocimiento y seguridad me infundía, acepte el reto, estaba seguro de que la experiencia merecería la pena.
En el barrio multicultural de la Macarena, más quizá polígono Norte, en la calle Otoño, número 1, se encuentra el Restaurante El Arepazo. Es un lugar sencillo, regentado por una familia de venezolanos con la única misión de ofrecer a quienes les visitan la comida de sus recuerdos, si son del país caribeño, y una grata experiencia a quienes no lo somos.
Una comida sencilla, sabrosa y bien elaborada.

Pedimos varios platos típicos y la cosa fue mejorando plato a plato. Haciéndome olvidar mis malas experiencias en la isla chicharrera.
Comenzamos con una ración de «Yuca frita acompañada de Guacamole», que me sorprendió por su presentación. Yo la esperaba en chips, y vinieron en bastones (bien despachados), parecían traviesas del ferrocarril, pero muy ricas de sabor y textura.
Un «Surtido de Tequeños», este plato es casi obligado en una picada o almuerzo venezolano, con tres variedades, que me gustaron sobre todo el de Guayaba.
La siguiente elección, también casi obligada, fue un «Surtido de Empanadas», que me hicieron recordar, en un inicio, a las arepas de mis pesadillas, mas afortunadamente solo fue eso, una mala sospecha. Había, a su vez, tres variedades, de queso fresco (de mano), de carne mechada y de pollo. Acompañadas de una estupenda salsa algo picante para los de gustos delicados, pero para mí deliciosa y necesaria para mejorar y enaltecer, si cabe, las empanadas. ¿Mi preferida? Sin duda la de carne mechada.
No faltó a la cita una «Cachapa» de queso fresco. Ésta, también conocida, en otras zonas, como changa, chorreada, maíz jojoto o tortilla de choclo es un plato muy caribeño, típico de Venezuela y otras naciones de la zona como Colombia, Costa Rica, Ecuador o México. Muy bien amasada y de excelente y limpio sabor, y mejor comer.

Un «Maduro» con, otra vez, queso blanco, fue la siguiente elección. Este plato no es más que un plátano macho aplastado al horno con un puñado de queso rallado sobre él. Plato de rico sabor, pero, para mi gusto, con exceso de queso (menos, es más).
Para finalizar este primer contacto y paseo triunfante por la verdadera y popular culinaria venezolana nos sirvieron un «Patacón Mixto», compuesto de varias tapitas de plátano verde aplastado y frito con carne mechada y pollo. Nuevamente mi preferido el de carne mechada, el pollo estaba algo flojito, por insulso, de sabor.
Aunque nos faltaron muchas otras especialidades nuestros estómagos y apetitos poseen un límite de capacidad, ya sobrepasadas y ¡aún nos faltaban los postres!
El surtido de éstos no era para nada baladí ni desdeñable, tanto por su variedad como por su calidad. Pedimos «Pay de Mango», francamente delicioso al igual que, también, el «Pay de Maracuyá» y la imprescindible «Tarta de Tres Leches». El quesillo, muy consistente y de buen sabor, pero no estaba a la altura de la deliciosa Tarta y el Pay de Mango, los mejores.

He querido titular este artículo “todo por unas tres leches”, tras contarme, Rosana, una anécdota con el propietario, el señor Miguel. La primera vez que estuvo en este restaurante el personal del restaurante llevaba camisetas con la inscripción “llevo tu luz y tu aroma en mi piel” letra de la canción “Venezuela” de los españoles Pablo Herrero Ibarz y José Luis Armenteros Sánchez, Rosana lo vio y dirigiéndose al señor Miguel le dijo, “¿si te canto la canción me regalas unas tres leches?”. Retado, Miguel, y motivado le dijo que sí. Al acabar la comida, Rosana, reclamó su premio y el propietario se la dio, entonces, ella le dijo “pero yo no te la he cantado», y él se resignó y se dispuso a escucharla. Cuando se arrancó, provocó que todos en la sala la mostraran atención y el señor Miguel cambió totalmente la expresión de su cara pasando de la duda e incredulidad a una sentida y emocionante nostalgia. He de decir que Rosana es soprano. Y todo, por una Tarta de tres leches.
Para finalizar voy a dar una pequeña nota negativa ya que no pude probar en mi visita su afamado «Papelón”, una célebre, popular y refrescante bebida, muy venezolana, elaborada con agua, raspadura y jugo de limón o lima, que, por lo general, se sirve durante las horas más calurosas del día, acompañando la comida tradicional venezolana, como Arepas, Cachapas o Hervidos. Y quiero hacerle una petición al señor Miguel, que la próxima vez que le visite, le pediré una taza de su local.
Volveré, volveremos, pronto para continuar con más paseos gastronómicos por este rincón en Sevilla de la amada, Venezuela.
Juan Carlos Lobo