LOS NUEVOS AYUNTAMIENTOS ECORADICALES FRANCESES BOICOTEAN EN SUS ACTOS AL «FOIE GRAS» TODO UN SÍMBOLO DE SU GASTRONOMÍA

por Celso Vázquez
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por Celso Vázquez Manzanares

La política radical entra en la gastronomía…

Malo, malo, muy malo.

La intolerancia ataca en el corazón de Francia a una de las joyas de su gastronomía. De una forma delirantemente radical e intolerante, esperamos temporal, los nuevos ayuntamientos de «ecologistas», «animalistas» y «verdes» agrupados en la plataforma electoral, PETA,  han querido erradicar una de sus joyas gastronómicas más apreciadas, el Foie gras de pato u oca declarado en 2006 patrimonio gastronómico nacional.

Este nuevo golpe a la reputación del foie gras todo un símbolo de la gastronomía francesa, y que desde hace años sufre los ataques de los defensores de los animales por el trato que se da a las aves de las que se obtiene, ve ahora como varios alcaldes galos lo han prohibido en sus recepciones.

El boicot viene firmado por los nuevos y jóvenes regidores de PETA, de ciudades tan importantes  y simbólicas como Estrasburgo o Grenoble, que tienen un punto en común: todos ellos son de nuevos municipios  ecologistas. Pero el auténtico golpe de efecto lo lograron los animalistas esta semana, cuando Grégory Doucet, el alcalde de Lyon -tercera ciudad del país- también retiró de sus mesas el foie porque «va totalmente en contra del bienestar animal.

No conforme con ello, el regidor de la ciudad que vio nacer a Paul Bocuse, el padre de la «nouvelle cuisine», pidió a los restaurantes de la ciudad que redujeran o, incluso, que dejaran de servir ese producto.

Un duro golpe al foie gras procedente de una ciudad que se autoproclama capital de la gastronomía francesa. Esta desmedida actitud ha provocado un gran enfado entre los consumidores y hosteleros, en particular, del chef Christophe Marguin, que preside su asociación en Lyon y que, visiblemente molesto, anunció que agregará un plato más de foie en su menú.

«El sector del foie es uno de los que más hace en favor del bienestar animal desde hace años», dijo el cocinero en la televisión BFM TV.

Más allá del daño económico, esta ofensiva afecta sobre todo a un producto, declarado en 2006 patrimonio gastronómico nacional y que ya se ha visto atacado en otros países y ciudades pero nunca en el propio país galo. Sería como si los alcaldes de Salamanca, Badajoz, Huelva o Córdoba boicoteasen a una de sus riquezas gastronómicas como es el jamón de cerdo ibérico.

Es cierto que la producción de foie gras y derivados por el sistema de ganadería extensiva y posterior engorde, hoy afortunadamente muy cuidado, solo está permitida en Francía, España, Bulgaria, Hungria y Bélgica, pero que su consumo está autorizado en toda la Unión Europea. Hasta ahora, Francia había quedado al margen de todo boicot, al considerar al foie gras un producto de tradición local, un verdadero emblema gastronómico, muy apreciado por los consumidores.

La industria del foie gras después de un año calamitoso en el que ha atravesado momentos turbulentos por el covid y por  un periodo de caída profunda de la producción, ligada a la gripe aviar, que obligó a sacrificar millones de palmípedos no está en su mejor momento.

Al renueve de la cabaña de palmípedos, la renovación de estructuras, la recuperación del mercado, al I+D constante en cuanto a reciclaje, restablecimiento del daño CO2 y en busca del bienestar animal se unen ahora estos ataques de «fuego amigo» que por supuesto han ofendido a la inmensa mayoría de los ciudadanos franceses, consumidores o no de este producto, pero amantes de la libertad y del respeto a otras opiniones y gustos.

Un signo más de la intolerancia e ineficacia de estos «reformistas» de despacho y pancarta que desconocen la realidad del campo ganadero aviar y su coyuntura. Olvidando su importancia como sector laboral y económico  importantísimo en el agro galo. Ya que son decenas de miles las francesas y franceses que viven de esta artesanía e industria agroganadera y alimentaria.

Pero lo más incongruente es que de hacerles caso y desaparecer esos productos del consumo humano, los mismos patos, que dicen pretenden defender desaparecerían ya que sin granjas de palmípedas sería imposible su subsistencia. Y por arreglar un tema de «comodidad» logremos un objetivo de exterminio.

Por no decir que imponen la voluntad, por supuesto respetable, que no omnímoda, de una minoría a la otra inmensa mayoría de sus conciudadanos amantes de esta exquisitez nacional.

Los ecologistas tienen ahora sus ojos puestos en Burdeos, la ciudad más importante del sudoeste de Francia, origen de la mayor producción de foie gras del país y su alcalde, Pierre Humic, también ecologista, por ahora no se ha pronunciado, pero PETA lo consideraría una «presa de peso».

No obstante el foie gras sigue gozando de buena prensa entre los franceses, los mayores consumidores de este producto en el mundo, como asegura , en una reciente encuesta, que el 75% de ellos no quiere que falte en sus mesas y cenas gastromicas y por supuesto en las navideñas.

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