La costosa especie que costó mucha sangre y vidas en múltiples náufragos y combates, con la que con una muy pequeña cantidad podía entiquecerse un comerciante durante más de un milenio.
Una de las más preciadas especias que causó tanta violencia como riqueza. Todo el mundo sabe que los grandes navegantes y viajeros lusos, Vasco de Gama y Vasco Vespucio, enviados por los reyes de Portugal, así como Cristóbal Colón, por cuenta de la reina Isabel de Castilla, emprendieron sus odiseas en busca de unos productos muy codiciados tanto o más que el oro, las especies y el clavo era una de las más codiciadas.
Miles, decenas de miles de exploradores, navegantes, comerciantes y marinos perdieron la vida en busca de ellas. Los mogoles y después los turcos acabaron con el hasta entonces recorrido histórico de la Ruta de la Seda de Medio Oriente al Extremo Oriente asiático y del cabotaje a través del Indicó pasando por la India y a través del golfo Pérsico y el Mar Rojo hasta Bizancio y Europa. Más tarde el monopolio del Imperio Otomano obligaron a buscar otros caminos a los lugares productores de esas maravillas tan costosas y deseadas.
Pimientas, canela, azafrán, cúrcuma, cardomomo y también el clavo, protagonista de hoy, fueron el objetivo de muchos y el logro de unos pocos que enriquecieron a los navieros comerciantes de Europa.
Conozcamos un poco de su historia.
Hasta tiempos modernos, los clavos de olor se cultivaban, crecían y se obtenían sólo en algunas de las islas Molucas, históricamente llamadas «Islas de especias», en las que se incluyen Bacán, Makián, Moti, Ternate, y Tidore.
No obstante, encontraron diferentes caminos hacía Medio Oriente y Europa.
Ya existía este comercio desde tiempos de la Era Común. Arqueólogos han encontrado clavos de olor en una vasija de cerámica en Siria como evidencia que data de unos 1721 años a.C.
Hacia el Siglo IV a. C. los monarcas chinos, de la Dinastía Han, solicitaban, a aquellos que les dirigieran la palabra, que mascasen clavos para mejorar su aliento.
Junto con la nuez moscada y la pimienta fueron altamente valorados en tiempos del apogeo del Imperio romano, y Plinio el Viejo (24-79 dC) en su obra sobre la India, «Natutalis Historia», con una famosa queja afirmó:
«No hay año en el que la India no le drene al Imperio romano 50 millones de sestercios «.
Por el enorme gasto de la compra de especias por Roma.
Los clavos de olor eran comercializados por los árabes durante la Edad Media, a través de la ruta marítima de cabotaje por el Océano Índico que -aprovechando con medianos navíos a vela de un palo las fluctuaciones monzónicas- comunicaba la Insulindia, pasando por Omán hasta Irak y y por Yemen hasta Egipto.
Hacia el siglo XV, Portugal tomó control de tal ruta, debido al Tratado de Tordesillas con España y -en un tratado separado- con el sultán de Ternate. Los Portugueses trajeron enormes cantidades de clavo de olor a Europa principalmente de las propias Islas Molucas. Donde comoirieron con los castellanos españoles que desde Filipinas, lo traían, en menor cantidad a América, México, en el galeón de Manila, y desde allí se distribuida a Lima, Santo Domingo y con la flota atlántica un poco a España.
El clavo de olor era pues una de las especias más valoradas, costando un kilogramo del mismo alrededor de 7 gramos de oro.
El comercio, en su gran mayoría, después paso a manos de Holanda hacia el siglo XVII.
En Gran Bretaña hacia el siglo XVII era tasado su precio en oro debido al alto costo de importación.
Con gran dificultad Francia tuvo éxito en introducir el árbol del clavo en las islas Mauricio en el año 1770.
Con el tiempo su cultivo fue introducido a su vez en Guyana, Brasil, Las Antillas, y Zanzíbar que es donde la mayoría de los clavos de olor o girofles crecen hoy.
Cómo es
Clavo de olor o girofle (Syzygium aromaticum, sin. Eugenia caryophyllata).
Son los botones (flores que aún no abren) secos del «árbol del clavo» (familia Myrtaceae, nativo de Indonesia), y son usados como especia en las cocinas de todo el mundo.
Su nombre deriva de la palabra francesa «Clou» (Clavo) ya que los botones guardan un parecido en forma con ellos, son cosechados principalmente en Indonesia y en Madagascar; también crece en Zanzíbar, India, y en Sri Lanka.
El árbol del clavo es perenne y crece hasta una altura de 10 a 20 metros. Tiene hojas lanceoladas e inflorescencias racimosas (tirso). Las yemas florales inicialmente presentan un color pálido que gradualmente cambia al verde, después de lo cual comienzan a adquirir un color rojizo brillante indicativo de que están listos para ser recolectados.
Se suelen cosechar cuando alcanzan una longitud de 1,5 a 2 cm, y constan de un largo receptáculo que contiene al ovario; sobre el receptáculo se insertan los demás verticilios florales: cuatro sépalos, cuatro pétalos y numerosos estambres.
Usos
Los clavos (en cocina) son usados enteros o molidos pero, como son extremadamente fuertes, se usan en poca cantidad.
La especia es usada a través de toda Europa y Asia, es fumada en un tipo de cigarrillo local de Indonesia llamado kretek, y en algunos cafés del oeste, es mezclado con marihuana para elaborar carrujos. Los clavos de olor son un material para elaborar incienso en la cultura china y japonesa.
Una receta casera común para aliviar el dolor de muelas es colocar un clavo de olor junto al diente que duele, o hacerse buches de agua tibia que ha sido previamente hervida con los mismos.
La explicación científica del porqué es que el clavo de olor posee una proporción alta de una sustancia llamada eugenol, que es utilizado en aromaterapia y ampliamente usado como tratamiento anestésico en dolor de dientes, y mezclado con óxido de zinc en polvo como cemento dental, pues tiene propiedades analgésicas, antinflamatorias, antibacterianas y sobre todo anestésicas.
Tradicionalmente los clavos han sido usados en la cocina hindú. En el norte de India hay salsas que lo llevan añadido, y en el sur se encuentra principalmente en el plato llamado biryani, y en el arroz para darle sabor. También tiene atribuidas propiedades antihelmínticas.
Rafael Rincón JM