El consumo de alimentos con proteínas de alto valor biológico como el de la carne y en este caso, el de pescado, son esenciales en nuestras vidas.
Son las responsables de formar tejidos como el óseo y el muscular. Además, son fundamentales en el equilibrio de la función hormonal.
España (fue el sexto mercado en valor, con más de 1180 millones de euros en 2023) está entre los principales consumidores de pescado por habitante y año, en 2022, el consumo de pescado en España fue de 19,9 kilogramos por persona y año.
Mientras que en 2019, sin embargo, fue de 22,20 kg.
En la lista de mayor consumo figuran Islandia con 91,19 Kg; Portugal, que registra el mayor consumo de la Unión Europea, 56,8 kilos por persona y año; Japón consume 46,06 kg; Noruega, 42,29 kg. o China, 38,49 kilos que es ya el primer país en captura de pesca.
Claro que hay países insulares con mucho consumo por habitante, como es el caso de las Maldivas, donde su consumo de pescado alcanza los 84,58 kg. per cápita.
Sin embargo, el consumo de productos pesqueros se ha reducido un 15,6% en el último año y ya es un 32,8% inferior al de 2008. Los niños y los jóvenes son los que menos pescado comen.
Esto puede suceder por varias causas:
* La primera porque es un tema cultural (lleva espinas es incómodo y peligroso para los niños), tanto es así que muchos sesudos cocineros y procesadores de pescado se concentran en ver como poder ofrecerles pescado sin que casi se den cuenta. Es decir en esa laxitud de costumbres de ‘hacer todo más facil’ en vez de enséñales a comerlos con técnicas y placer les tengamos. De esta forma una espina es casi ya un arma mortal posible causa de un delito luctuoso si aparece en un plato. Somos realmente imbéciles fabricantes de ñoños que viven en un mundo ‘guay’ sin el menor esfuerzo.
* Segundo por ser evidentemente un alimento de un costo económico medioalto. Es una pena que los consumidores apenas conozcan y coman unas muy pocas especies de sus propias costas y caladeros. Y que decenas de pescados, desconocidos, se emplee como harina de pescado o simplemente se deseche al no tener valosr cotizable.
* Y no la menor la absurda tontería de los partidarios vegetarianos, veganos o macrobiotocos radicales que por pena a matar un ser desperdician uno de lis alimentos más numerosos y completos que nos da la sabía Naturaleza.
. Uno puede no comer carne o pescado por razones de convicción, sean de filosofía, religión o sencillamente propio criterio. Es totalmente respetable.
Pero ser pusilamines y ñoños en esa nueva casi idolatría irreal y waldineyska al mundo animal es, para mí, una de las muestras más evidentes del desmoramiento de la actual civilización occidental. Insisto o estamos locos o somos idiotas.
Sobre la dieta macrobiótica Zen, el sabio nutrición insta, Grande Covian, ya nos decía a finales de los 80:
«Se trata de una forma extrema de vegetarianismo, combinada con ideas derivadas de la filosofía Zen-budista, que ha encontrado aceptación entre los creyentes en la alimentación natural y los alimentos biológicos, así como entre muchos descontentos con el orden social establecido y la moderna industria de la alimentación».
Don Francisco Grande Covian, eminente y precursor español de la nutrición, acierta de pleno con esta primera definición de la macrobiótica, y primer o más importante promotor y defensor de la Dieta Mediterránea.
El hombre para mantener la salud desde el punto de vista nutricional necesita consumir a través de los alimentos aproximadamente 50 nutrientes. Junto con la energía o las calorías, obtenidas a partir de grasas, hidratos de carbono y proteínas, el hombre necesita ingerir con los alimentos 2 ácidos grasos y 8 aminoácidos esenciales, unos 20 minerales y 13 vitaminas.
¿Qué beneficios aporta el pescado?
El pescado en general es un alimento con grandes propiedades nutricionales.
Las proteínas del pescado tienen un gran valor nutricional. El tejido muscular de los peces se compone de entre un 13 y un 20 por ciento de proteínas, un porcentaje de grasas que oscila entre menos del 1 y más del 20 por ciento y entre un 60 y un 82 por ciento de agua, que varía inversamente con el contenido de grasa. 100 g de carne o pescado proporcionan entorno a 15-20 g de proteínas, lo que cubriría un tercio de las necesidades diarias
¿Qué beneficios aporta el pescado?
Tiene tantas proteínas, no tantas como la carne, rico en vitaminas y minerales, pero además algunas variedades son también una importante fuente de Omega 3, ácidos grasos beneficiosos para la salud cardiovascular. El pescado es un alimento con propiedades nutricionales que favorecen la salud cardiovascular en todas las edades.
La evidencia es concluyente: consumir pescados es bueno para tu salud. No solo es un alimento de fácil digestión y bajo en calorías, también aporta proteínas y grasas que el organismo necesita para fortalecer las neuronas y para realizar otras funciones esenciales.
Pero sobre esto les invito a leer la estupenda y clarificadora nota del periodista y amigo, Antonio Hernández Rodicio, en su interesante blog, elgolosoenllamas.com.
Leámoslo.
Rafael Rincón JM
«LA PROTEÍNA AZUL: CLAVE PARA LA DIETA, LA LUCHA CONTRA EL HAMBRE Y LA ECONOMÍA»
«Ernesto Penas, biólogo marino experto en pesquerías, lanza un alegato contra el desprestigio del consumo de pescado y advierte de la necesidad de combinar la extracción y el cuidado de los ecosistemas marinos.
Un alegato a favor del consumo de pescado, una defensa de una actividad que hunde sus raíces en el comienzo de la humanidad, una llamada de atención a los procesos de mejora pendientes del sector y una advertencia contra la radicalidad verde y la estulticia.
Lo dice para encabezar el libro citando la Ley de Brandolini, también llamado Principio de asimetría de la estupidez, un adagio muy internetero que reza:
“La energía necesaria para refutar una tontería es de un orden de magnitud superior a la necesaria para producirla”.
Osea, que cuesta más desmontar una bobada que elaborarla. Ernesto Penas Lado, biólogo marino, experto en ecología marina y pesquerías y durante 30 años empleado en la UE en el área de políticas pesqueras, ha escrito «La proteína azul. Por qué no hay que dejar de comer pescado» (Editorial Almuzara), un libro que es un análisis detallado de todos los aspectos relativos a la pesca y las amenazas y virtudes relacionadas con el consumo de pescado,
“la proteína animal más saludable del mundo y con una huella de carbono y un impacto sobre la biodiversidad más bajo de los de muchos sistemas de producción de alimentos en tierra”.
Advierte, alineado con la agenda de los objetivos de desarrollo sostenible 2030 que: “la lucha contra el hambre, la desnutrición y por la seguridad alimentaria no está ganada” y recuerda que “esta requerirá el consumo de todas las fuentes de alimento y, por ello, la pesca responsable y bien gestionada está llamada a jugar un papel clave”.
De Roma a la explosión del bacalao
La primera noticia de la actividad pesquera se remonta a hace 40.000 años. Ya entonces era fuente básica de alimentación de diferentes civilizaciones.
Con el Imperio romano la pesca crece en importancia. En aquella época, además del consumo en fresco, se desarrollan y cobran importancia las salazones, una técnica que permite conservar el producto y por lo tanto su transporte.
Célebre fue el ‘garum’, hoy de nuevo reinventado en las mesas aunque con una interpretación bastante libre dado que las certezas respecto a los condimentos exactos son muy endebles. Una salsa / pasta que hoy apellidarìamos gourmet cuya base eran vísceras de pescado fermentadas y que ya Plinio el Viejo en su Historia Natural o Columela en su obra enciclopédica registran en la mayoría de los platos que se consumen en Roma.
A partir del siglo XVI la pesca pega un salto de gigante con las pesquerías del arenque y el bacalao.
Supuso el manejo de grandes cantidades de pescado en caladeros muy alejados de la costa, lo que disparó su consumo, especialmente en las civilizaciones cristianas, donde la carne tenía un consumo limitado por cuestiones de origen religioso.
Fue la llamada “gran revolución” del pescado. Según el autor, el bacalao es “el pez que cambió el mundo”.
Y advierte de los dos graves problemas actuales de la pesca: la falta de relevo generacional en la actividad y la batalla cultural del conservacionismo radical contra la pesca extractiva.
Hay colectivos ecologistas que exigen dejar de pescar para preservar los océanos al entender que la pesca es dañina para los peces, los ecosistemas marinos y la salud humana. En revistas especializadas o a través de documentales de consumo masivo se llega a pedir la pesca cero para proteger los ecosistemas.
Escasa sensibilidad marítima
EL libro se detiene en la idea de una escasa sensibilidad marítima en un país como España, que junto a Portugal, lideró las mayores gestas históricas en el mar, que es una potencia pesquera, que está rodeada de costas y cuya actividad genera directamente más de 2.000 millones anuales y algo más del 1% de PIB nacional. Aunque regionalmente, en algunas comunidades, puede superar el 10%.
La pesca es históricamente una herramienta para fijar a la población a su entorno. Penas, señala la contradicción de que pese a los avances en materia de sostenibilidad, del establecimiento de cuotas, de mejora de la trazabilidad y de políticas favorecedoras de una pesca más sostenible con triple impacto: ecológico, social y económico, su mala imagen sigue creciendo.
“La pesca se enfrenta hoy a la declarada hostilidad de una aparte de la opinión pública, agitada por intereses como el ecologismo, animalismo, veganismo y otro movimiento sociales (..) que tienen en comun una visión esencialista de la naturaleza, de los mares como reserva de biodiversidad y de especies carismáticas a las que la pesca pone en serio peligro”.
Advierte en ese sentido del riesgo de que el conservacionismo se convierta en un “problema de ricos” con una componente “neocolonialista” que le diga a los países en desarrollo lo que no deben hacer para no repetir los problemas históricos.
La dieta pesco-mediterránea
Los datos de consumo de pescado son muy variables en la UE: en Islandia se ingieren 92 kilogramos de pescado por persona y año, 57 en Portugal, 42 en España o 6 en los países balcánicos.
Defiende el autor el consumo de pescado como parte sustancial de la dieta mediterránea, que ha evolucionado hacia la pesco-mediterránea, avalada por la sociedad Americana de Cardiología por sus ventajas en la salud coronaria y muy por encima de cualquier otro tipo de dieta.
Al margen de sus ventajas nutricionales, hay otras en clave económicas: muchas especies son más baratas que la carne y son clave para el desarrollo de comunidades con escasos recursos.
Especies como la sardina o la anchoa resultan estratégicas por su bajo precio y su potencia alimentaria.
“El mensaje lanzado por la ciencia a los políticos es muy claro: el pescado es un elemento esencial en la lucha contra el hambre en el mundo”.
Los cálculos autorizados estiman que en 2050 el planeta tendrá que disponer de recursos para alimentar a 9.000 millones de habitantes y “la proteína marina no puede ser ignorada por más tiempo”.
de Antonio Hernández Rodicio en su blog, elgolosoenllamas.com.com
Instagram: @anthdezrodicio
Twitter: @AHRodicio