«LAS MORCILLAS»

por Celso Vázquez

El suculento y negro alimento de las matanzas.

Todo se aprovecha en la matanza del cerdo,  se suele decir que los franceses son «queseros», los italianos «pasteros», los portugueses «bacaladeros» y los españoles «choriceros».

Y puede ser verdad que España país de más altitud y orografía montañosa, después de los alpinos, Suiza, Liechtenstein y quizá Austria, seguramente el de mayor proporción de Europa, la elaboración de embutidos haya sido determinante.

Otras dos posibles causas de ello es ser el comunicador natural, mensajero, de los productos del nuevo mundo, América, durante años, y por ello haber traído y divulgado el pimiento-ají-chile, capsicum, a Europa y el mundo.

Y con él el pimentón o páprika, la carne seca del pimiento, con la que se hacen desde el siglo XVII ya embutidos «rojos» que después llamaron de chorizos.

La otra causa es nuestra dehesa, hecha en simbiosis natural durante siglos por la Naturaleza y la mano del hombre peninsular, que es el campo o fábrica ideal de animales para chacina, entre ellos el cerdo.

Pero antes del chorizo, estuvo la morcilla, blanca, longanizas, o de sangre, hoy las morcillas, aunque aún quedan «morcillas» sin ella, restos de la costumbre preamericana donde la morcilla era embutido en general, seco o cocido.

Y si hay cientos de chorizos en España otras tantas morcillas hay, incluso al ser más «cocinadas» puede que aún más, además en el Mediterráneo español, parte del antiguo reino de Aragón, del centro norte, Castellón a Gerona, no hay tradicionales chorizos de pimentón y si morcillas, las butifarras de sangre.

Por ello y como solemos hacer reeditamos este artículo, del insigne, Ismael Díaz Yubero, donde con amena pluma nos enseña y explica muchas cosas del mundo y geografía de las morcillas españolas.

Por nuestra parte decirles que como ejemplo hemos querido acompañarlo de fotos de algunas de las morcillas de España como muestra de nuestra inmensa variedad.

Y por supuesto invitarles a leer dos artículos uno muy interesante, como siempre, del añorado maestro, Díaz Yubero, y otro completísimo de Jaime de Las Heras. Van a disculpar la longitud del texto, aunque va acompañado de multitud de fotos, pero es que al final es un informe COMPLETO DE CASI TODO DE LO QUÉ SON Y CUÁLES LAS MORCILLAS EN ESPAÑA.

Lean y disfruten.

RRJM

«MORCILLA DE BURGOS»

«Todo se aprovecha en la matanza del cerdo, hasta la sangre, y el producto ideal para este fin es precisamente la morcilla, prácticamente con exclusividad.

Por ello, Homero habla en La Odisea de los estómagos de cerdo rellenos de sangre y grasa que se asaban directamente sobre el fuego y daban vitalidad a los guerreros y Apicio se refiere a productos similares elaborados con sangre, huevos cocidos, piñones y cebolla.

La matanza fue la fuente principal de proteínas de los españoles de  todas las regiones y, en consecuencia, en todo el país se elaboraron alguna vez morcillas, con características propias de cada región e incluso de cada comarca.

Algunas han desaparecido, en otros casos se han unificado recetas, pero todavía hay muchas clases diferentes en España que, por otra parte, no es el único país elaborador, porque en Italia se elabora el “sanguinaccio”, en Francia el “boudin noir” y en Inglaterra el “black pudding”.

Casi todas las Comunidades tienen las suyas, que comparten un receptor principal, que puede ser cebolla, arroz o miga de pan o la mezcla de ellos y un componente obligado, además de la sangre, la grasa de cerdo, responsable de dar sabor y textura al embutido.

Las hay muy diferentes: las dulces de La Rioja o de Canarias, en cuya composición lleva azúcar o miel, además de frutos secos y pasas y son una verdadera delicia; las especiadas de Ronda; los “odolostes”, hechos con puerros o las “buskantzas”, con sangre de oveja o de cordero, ambas del País Vasco; las de “pícaro” de Murcia, sobre las que se discute el origen de su denominación, que parece responder al empleo del  más picante de los pimentones típicos de la región; las gallegas, que se elaboran con pan; las de la Sierra de Huelva, en las que interviene el magro de cerdo y que son una especie de eslabón con otras variadas preparaciones, como las “sabadeñas”, algunos “farinatos” o la catalana “butifarra negra”, que se acercan ya a los chorizos, longanizas  y a otros embutidos curados o cocidos.

Hay algunos productos que reciben el nombre pero que en realidad no lo son, como ocurre con la denominada “morcilla blanca” de Cazorla.

Entre todas ellas sobresale por su prestigio y sobre todo por su calidad la “morcilla de Burgos”,  cuya forma actual es reciente,  porque empezó a fabricarse en el siglo XVIII, cuando el arroz llegó a Castilla, una vez superadas las limitaciones impuestas en Valencia a su cultivo y comercialización, para sustituir, con mucho éxito, a la miga de pan con la que se elaboraban anteriormente las morcillas.

El resto de los componentes básicos no ha cambiado, siguen siendo los mismos: sangre, manteca y cebolla, pero ha habido otro aporte importante, la utilización del pimentón, que bien manejado, combinando picante y dulce -“piripicante” y “piripisoso”, en terminología gremial de los elaboradores- da un toque de calidad al producto.

No tiene protección geográfica, (Ahora, 2020,;la va a tener) es decir, que se puede fabricar en cualquier lugar de forma muy similar e incluso utilizando su nombre, lo que hace urgente que se tomen las medidas necesarias para garantizar su calidad, regulando los ingredientes y las proporciones, el sistema de elaboración y los controles necesarios.

El problema para conseguirlo es que muchos de los componentes utilizados (grasa, arroz, pimentón y especias) no proceden de la región y, además, su calidad es la misma que la que se comercializa en otras zonas, pero hay un interesante elemento que la distingue de las demás: la cebolla, de la variedad horcal, que se caracteriza por su consistencia firme y por su sabor profundo y se cultiva en las huertas del Arlanza y del Arlanzón, en donde, a pesar de su pequeño tamaño, alcanza rendimientos muy altos por hectárea.

Otro factor importante que la diferencia es el tratamiento que se da a la sangre y la rapidez con que se elabora el embutido, gracias a la cantidad de cerdos producidos en la región, que se sacrifican sin haber sufrido “stress” por transporte, lo que repercute en la calidad de la sangre, a la capacidad de los mataderos, que están entre los más importantes de España y, sobre todo, a la experiencia y  a la cuidadosísima elaboración que dan lugar a un producto más sabroso, jugoso, elegante, de textura suave, sabor profundo y con unas cualidades uniformes.

Se puede comer de muchas formas.

Lasaña de morcilla

En preparaciones tradicionales, como en platos de matanza, en las ollas típicas, con dos huevos fritos, asadas lentamente al rescoldo de la lumbre, etc. o en recetas más modernas, como la “lasaña de morcilla”  o los “revueltos”, que a veces se suavizan con un poco de nata líquida, pero en todos los casos es imprescindible acompañarla con un buen vino, con cuerpo, que sea capaz de armonizar los sabores con este potente embutido y para ello nada mejor que un tinto de la “Ribera del Duero”.

de, Ismael Díaz Yubero, añorado escritor y sabio gastronómico y máxima autoridad en temas agroalimentarios. Este texto es un capítulo de “Las Estrellas de la Gastronomía Española”. Alianza Editorial.

Ismael Díaz Yubero era miembro de la Real Academia de Gastroromía

MORCILLA DE ESPAÑA

     «un gran viaje a través de ellas del norte al sur y del este al oeste».

Gran artículo informativo de, Jaime de las Heras, en directoalpaladar.com, sobre el mundo y geografía humana de  las morcillas, que reproducimos ya que lo consideramos de interés. Recomendado queda.

Rafael Rincón JM

«ESPAÑA, UN PAÍS EN LA MORCILLA:

«Un recorrido por más de una veintena de variedades de nuestro exquisito embutido de sangre”

Que José Antonio Labordeta perdone el juego de palabras con su famosísimo Un país en la mochila por aprovechar esta sabrosa coyuntura.

Trampantojos televisivos y culinarios aparte, la realidad es que la devoción culinaria que España siente por el cerdo es notable, elevado a los altares gastronómicos en todos los despieces.

Fama mundial logra el ibérico, paletas y jamones mediante, pero atrás no se quedan el resto de chacinas y embutidos, donde morcones, salchichones, chorizos, longanizas y un sinfín de especialidades regionales están presentes en cazuelas y bocadillos de medio país.

En ese mundo embutido hoy nos detenemos para reivindicar a la ‘oveja negra’ de la familia de las chacinas es la morcilla, a la que hoy ponemos sobre la mesa para ir saltando entre provincias buscando algunas de las especialidades más famosas del país.

Las hay dulces y las hay saladas; las hay de arroz o de cebolla (pero también de pan o de puerro); las hay ahumadas, perfectas para guisos y compangos, pero también las hay simplemente cocidas, que con un hervor o una fritura van perfectas.

Todas ellas pertenecen al recetario colectivo patrio y en todas ellas la humildad hace bandera con apenas dos ingredientes básicos: sangre de cerdo y manteca de cerdo.

El más rápido y efímero de los embutidos, elaborado en los primeros compases de la matanza, exige destreza por igual en el aderezo y en el embuchado para luego plantarse en la mesa de maneras versátiles, capaz de presentarse en un revuelto con huevo, en una fabada (o en cocido, en pote o con unas alubias de Tolosa), en unos rollitos, en croquetas, en sencillos montaditos o en la siempre efectiva fritura.

Un placer que uno se extraña al oír la expresión ‘que te den morcilla’ porque a priori no lo vemos nada negativo.

Recetario repasado, nos ponemos en ruta para descubrir algunas de las morcillas más famosas de España, sus peculiaridades, recetas y algún lugar donde parar a comprarlas.

De las especiadas morcillas levantinas, con cominos y canelas, a las clásicas morcillas arroceras castellanas, pasando por los toques ahumados que se estilan en León y Asturias hasta llegar a versiones a la catalana como el bull negre, las morcillas con el hígado subido de Cádiz o las curiosas morcillas de pan que se distribuyen por bastantes puntos de nuestra geografía.

Todo un viaje de toma pan y repite con una auténtica, sabrosa y asequible maravilla.

MORCILLA DE BURGOS

Quizá la más internacional de las morcillas patrias sean las de Burgos, aunque lógicamente no se elaboran solo en la capital burgalesa y se encuentran bien distribuidas por toda la provincia, encontrando ejemplos en pueblos como Sotopalacios o Cardeñadijo, de donde provienen las famosas morcillas de Cardeña.

Como buena morcilla castellana, las burgalesas tienen un sutil equilibrio entre cebolla, arroz, sangre y sebo (manteca) que deben respetar si quieren estar dentro de la IGP Morcilla de Burgos. Entre las claves de este alargado manjar, que suele rondar entre 15 y 30 centímetros, está la presencia de la denominada cebolla horcal, muy blanca y a veces denominada matancera -por coincidir su cosecha con los meses finales del año-.

Es dulce, fina y sencilla de picar, perfecta para integrarse con el sebo en el pochado necesario para formar estas morcillas que se embuten en tripa de vaca por regla general. Es una morcilla compacta y cocida, que al corte en ‘crudo’ ofrece cierta resistencia y donde es fácil apreciar el arroz y pequeños trozos de sebo a lo largo de su fisonomía.

Sabrosa en cualquier tipo de receta, es fácil encontrarlas en prácticamente cualquier establecimiento de la provincia, aunque solo cuentan con IGP las que tengan el sello oficial. Una buena forma de comprar calidad es acudir a las morcillas de Roberto da Silva (Embutidos de Cardeña) que entre sus particularidades cuentan con elaborarse con arroz bomba valenciano y que elabora una ‘morcilla de autor’ que se embute en el ciego del cerdo y alcanza el kilo de peso y cuya principal peculiaridad es que el arroz se añade en crudo, no cocido, por lo que su almidón ayuda a compactar la morcilla.

MORCILLAS DE ARANDA

No puede uno marcharse de Burgos sin probar, ni sin mencionar, la otra gran morcilla de la provincia, algo eclipsada por su hermana mayor pero muy sabrosa, contundente y con una pizca diferenciadora como es la morcilla de Aranda de Duero, a la que se le añade comino, pimienta negra y un puntito de canela, haciéndose así algo más golosa.

Su fama además se cimenta sobre una doble cocción: la primera antes de ser embutida y la segunda que se realiza después, que exige mucho mimo para no reventar en ningún caso la tripa, y que permite, según los expertos, que la morcilla repita menos.

MORCILLAS DE PALENCIA

La guerra morcillera castellana enfrenta de forma honesta a Palencia y Burgos, cuyos métodos de elaboración de la morcilla son muy similares y donde los mismos cuatro ingredientes principales: cebolla horcal, sangre, arroz y sebo conforman los compactos y sabrosos bloques.

Menos populares y con una pizca más de artesanía, fáciles de ver en mercados locales, la morcilla palentina también tiene a la cebolla horcal como protagonista, siendo famosa la que se recoge en Palenzuela, especialmente blanca, jugosa y dulce, que es la que sirve para justificar la fama palentina, que hace bandera con la morcilla de cebolla -aunque también se trabaja la de arroz-, y que es a la postre la principal diferencia entre ambas provincias.

Algo más dulce y untuosa, con un ligero toque picante, las morcillas palentinas también han hecho de la tradición su razón de ser, encontrando buenos ejemplos en productores como Villada, donde los Ramos llevan más de siglo y medio embutiendo sangre de cerdo cocida en Villacidaler y donde han puesto un puntito de I+D al asunto, creando incluso el concepto de ‘morcilla por un tubo’.

MORCILLAS DE PAN

A matacaballo se encuentra esta rareza, que podemos encontrarla en tierras zamoranas pero también en el Valle del Tiétar y en algunos puntos de Castellón, y que no esconde su gran protagonista: el pan o la harina.

Elaborada de forma muy poco industrial, la morcilla panera se caracteriza por incluir pan duro en su interior, que pueden estar más o menos picado, y donde también encontramos cebolla pero ya no arroz. En los casos castellanos es frecuente que el pan pertenezca a hogazas de víspera, generalmente de trigo candeal, que se trocean y se añaden a la mezcla de sangre ya aderezada.

Las hay con un toque picante ligeramente subido, aportado por pizcas de pimentón, algo menos en las morcillas abulenses y algo más en las morcillas zamoranas, que se extienden por el Sayago y por Aliste hasta las Tierras del Vino.

Ya en el caso levantino encontramos el ejemplo en Castellón, incluyendo la zona de Serranía, donde las circunstancias obligaban a reaprovechar ese pan en pueblos como Segorbe, aunque también es habitual que la morcilla se hiciera añadiendo harina, donde el cerdo es todo un emblema y cuya matanza se dignifica con la fiesta de la Olla Segorbina, una suerte de cocido de judías blancas, morcilla de pan, chorizo, morro y azafrán que se celebra durante el mes de enero.

Buenos lugares para descubrir la morcilla de pan son Carnicería Curro (en Guisando, Ávila), en el caso zamorano acudir a Morcillas Ramiro y en el caso castellonense en Carnicería La Herrerita, en Víver o a través de la web en La Cabanenca. En todos los casos son morcillas más finas y cuyo máximo resultado se saca en la fritura.

MORCILLAS ASTURIANA

En Asturias se gesta una de las benditas rarezas del mundo morcillero patrio, recurriendo al humo para su elaboración. Ahumadas en madera, generalmente de roble o de haya, se orean y secan las morcillas asturianas, que no son muy gruesas ni muy largas, y suelen enristrarse.

Los ingredientes, los habituales: sangre, sebo, cebolla pochada, sal y una punta de pimentón, que revive el sabor de la morcilla y que luego también la responsabiliza de los sabrosos colores que cogen los guisos que protagoniza, formando el imbatible compango asturiano junto al tocino y al chorizo -también ahumado-.

Si no se las deja secar demasiado se pueden consumir en plancha y en parrilla, ya sea enteras o loncheadas, pero es cierto que cuánto más seca es, menos agradable resulta en estas preparaciones, un ¿defecto? que se contrarresta si lo que hacemos es integrarla en un guiso, como esta fabada que propone Aramburu.

MORCILLAS DE LEÓN 

Aunque es cierto que en el norte de León se estila una morcilla parecida a la asturiano en cuanto al ahumado, si nos acercamos a la capital encontramos una peculiaridad, extendida también por toda la provincia, que es una morcilla que solo lleva sangre, sal y cebolla, por lo cual se hace bastante más ligera, tanto en boca como en forma.

Para ella se recurre también a la cebolla matancera (nombre que ya vimos se da a la cebolla horcal), que es de pochado rápìdo, toque dulzón y mordisco relativamente crujiente. Al no contar con el sebo añadido, embutirlas es más complejo y sobre todo partirlas una vez cocidas, razón por lo que lo más habitual es servirla frita fuera de su tripa en pequeñas cazuelitas, al estilo del barrio Húmedo de León y donde un huevito frito o en revuelto no le hace ningún mal.

Esta untuosidad permite también que veamos con frecuencia tarros de morcilla, en vez del embutido directamente, lo cual si vamos a viajar o necesitamos conservar la morcilla es una buena solución y que podemos comprar online en Morvega, en Embutidos La Pradera (Fortún de la Tercia) o cerca de la capital, en Embutidos Natalio Fernández.

MORCILLAS CON PIÑONES Y MORCILLAS DULCES

Allí donde hay un pinar es muy probable que el piñón se cuele en una morcilla. A salto de mata entre provincias, encontrar morcillas con piñones, tanto dulces como saladas, es fácil en Salamanca, Soria y en algunas partes de Aragón, aunque no es tan frecuente como en los dos casos castellanos.

En el ejemplo salmantino vamos a una morcilla bastante fresca en el aderezo, brindado por la hierbabuena y el perejil, que la convierten en bastante aromática. Al corte no se aprecian irregularidades, más allá de alguna hoja o de algún piñón, siendo muy rica en fritura y para extender sobre una tosta.

En el caso soriano suelen prodigarse más los piñones y también es más frecuente encontrar morcillas dulces, que recurren a la canela, al anís y al azúcar para estas particularidades, que también son fáciles de encontrar en La Rioja. Sin embargo, en el caso riojano son más populares las morcillas de arroz dulces que las de piñones.

Ya en tierras aragonesas, sobre todo en Zaragoza, se encuentra el ejemplo de la morcilla de piñones, que comparte escenario con la morcilla de arroz, pudiendo comprar tanto dulces como saladas, aunque el refranero popular le deja un rincón a la morcilla como «sosa, grasosa y picosa», para reivindicar sus sabores.

Aún sin piñones, es fácil encontrar morcillas dulces en otras provincias o comunidades, por ejemplo en Galicia, donde a la mezcla de sangre y azúcar también es normal añadir pasas, higos secos y diversas especias, del mismo modo que se hace en Soria, para convertir casi en una golosina esta receta que normalmente identificamos como salada.

También dulces se estilan las morcillas en Canarias, donde además de azúcar también se añaden almendras picadas a la mezcla, por lo que son unas morcillas curiosas, con una mordida diferenciadora y bastante adictivas, si bien puede haber diferencias entre islas. Fama tienen las de Teror (el mismo pueblo del chorizo untable) y las de Garafia, en La Palma, donde se llama hortelana a esta morcilla en la que también se añade hierbabuena.

MORCILLA DE CEBOLLA VALENCIANA

Levante mima sus morcillas y sus embutidos con toques orientales, subiendo el porcentaje de comino, clavo y canela en la mayoría de ocasiones para aderezar las morcillas de cebolla típicas de la región, sobre todo en Valencia y Alicante, provincias donde también es frecuente ver platos a base de sangre como el famoso sang amb ceba (sangre encebollada).

Suelen ser parte primordial de una de las recetas más icónicas de los arroces valencianos como es el arroz al horno (arros al forn) y funcionan bien en planchas y parrillas. Además, junto a las asturianas y leonesas, es una de las morcillas que también podemos ver curadas y secadas, realizándose oreos naturales en el caso de las morcillas de Onteniente.

Dentro de Valencia tienen justa fama las morcillas de Xirivella, que son de mediano formato y producidas en ristra, que además de frescas también se puede encontrar oreadas. Un buen lugar para parar en Onteniente a proveerse es en Casa Toribio, uno de los reinos de este manjar negro, cuyas morcillas de cebolla presumen de que hasta el 80% del producto sean cebolla. ¡Casi nada!

NO SON MORCILLA… PERO CASI.

La sangre no solo nos corre por las venas, sino por las mesas y no tenemos la intención de que llegue al río con esta afirmación ‘amorcillada’ pero ciertas recetas a base de sangre guardan cierto parecido con la morcilla.

A través de Internet puedes comprar buenos bull negre en Casa Noguera o en Pedragosa y si estás por Lleida, recomendamos pasar por Ponts y hacer un alto en Cansaladeria Vilalta, donde el abanico de chacinas catalanas es abundante y donde te costará elegir solo una.

LOS ‘MONDEJUS’ Y LAS MORCILLAS VASCAS

Somos conscientes de que con los mondejus entramos en otro jardín, puesto que en puridad tampoco hablamos de morcillas, o no de algo ortodoxo, sino de otra sabrosa especial, propia de los pueblos del Goierri guipuzcoano y que tienen por protagonistas a las ovejas latxas.

Lo habitual en el resto de España es que el protagonista de la morcilla/embutido sea el cerdo, pero la devoción vasca por esta oveja -madre también del idiazábal- hace que su aprovechamiento cárnico también se embuche. Surge así el mondeju blanco (con huevo, sebo de oveja y sangre) y el mondeju negro (sin huevo), que se embuten en tripa de oveja, lo cual las hace más estilizados y que además se rellenan con cebolla y puerro pochado, no participando el arroz en ningún momento. La pena es que debido a la continua despoblación del ámbito rural y a la poca rentabilidad del mondeju, encontrar mondejus negros es complicado.

Como curiosidad, aunque no se llaman mondejus, sino rellenos, en la Alpujarra granadina se elabora este curioso embutido que comparte forma y color con los mondejus, pergeñándose también con huevos, carne de cerdo, jamón y pollo (o pavo) y que no es una morcilla pero su parecido con el mondeju y su sabor le hacen merecedor de estar en esta lista.

Más allá de los mondejus, Euskadi también trabaja otro tipo de morcillas que son las que más fama tienen a nivel nacional, siendo las morcillas de puerro de Beasaín las más populares, muy publicitadas por el más internacional de sus paisanos: Karlos Arguiñano, que ha mencionado en numerosas ocasiones las morcillas de Olano.

Son finas, perfectas para parrilla y brasa, y se nota mucho la presencia del puerro, por lo que son más digestivas que las que solo tienen cebolla. Aunque no son los únicos que las hacen, sí son los más reputados en estas lides.

 MORCILLAS DE PÍCARO

Con este nombre es difícil no resistirse a la curiosidad de esta variedad, oriunda de Orihuela (sur de Alicante), pero establecida en toda la comarca de la Vega Baja del Segura, por lo que es frecuente que también la veamos en Murcia.

Como buena morcilla levantina es algo más especiada que las castellanas, mezclándose cebolla, manteca y sangre, para aliñarse con pimentón, canela y clavo, siendo más aromáticas de lo habitual y habiendo también piñones, aunque no siempre. Además, es usual verlas embutidas en tripa de cordero, no solo de cerdo.

Son curiosas, amén de por el nombre, por su pequeño tamaño (no suelen pasar de los seis o siete centímetros de longitud) y van muy bien a la parrilla o a la plancha, presentando el cordel entero. Si pasáis por allí, una buena parada para surtirse de carnes es Casa Illescas.

MORCILLAS ANDALUZAS

De Huelva a Almería, pasando por Málaga o Granada, es imposible no encontrar una parada de mercado con morcilla en sus vitrinas. Si bien podemos encontrar morcillas ibéricos sobre todo en las sierras onubenses, sevillanas y cordobesas, lo más habitual es que se elaboren con cerdo blanco, principalmente porque la sangre no coge los mismos matices que la carne -aunque sí el sebo-.

EL ENCANTO GRANADINO

Presentarse ante el clásico plato alpujarreño (en la imagen) sin morcilla es encontrarlo falto de algo fundamental. Si bien en toda Granada se trabajan las morcillas, es en la Alpujarra, en pueblos como Trévelez (también famoso por su jamón), donde este embutido cobra especial vuelo.

Son de cebolla, bastante suaves y más alargadas y estilizadas de lo habitual, sirviendo bien para fritos (como en el plato alpujarreño) o en cocidos e incluso guisos. Abunda la cebolla en sus versiones, pudiendo ser picante si nos acercamos a la costa y más suaves en el interior.

LA MORCILLA EN CALDERA DE JAÉN

También es frecuente verla como tapa en los bares de Granada, ya cocida y con cierta curación. Una dinámica morcillera que se replica en el norte de Andalucía, siendo Jaén y Córdoba también importantes lugares para la morcilla, en especial la ciudad de Úbeda, siendo la morcilla en caldera una de las banderas de esta localidad jiennense.

La peculiaridad es una doble cocción, que hace que primero se cueza en una caldera -por lo cual ya se puede consumir- y luego una segunda con la morcilla ya embutida. En ambos casos hay una mezcla de morcilla de arroz y de cebolla, que no es habitual en la submeseta Sur, y también piñones y mezclas de especias bastante aromáticas y la adición de manteca colorá, que se manifiesta en el color de la morcilla. Si pasas por Úbeda, la parada obligatoria está en la carnicería José Madrid.

MORCILLAS RONDEÑA

También en esta Serranía malagueña se apuesta por una morcilla en la que el sebo se sustituye en parte por manteca colorá, que le dota de una pigmentación anaranjada interesante y se encarga de darle el toque de pimentón, sutil y ligeramente picante, a esta morcilla que suele encontrarse en forma de herradura.

Son de cebolla básicamente y entre los aderezos es común encontrar ajo y orégano, por lo que es bastante perfumada, lo cual la hace ideal, además de para consumir frita o cocida, en un guiso como las ollas gitanas o las berzas. En ambos casos acudir a Embutidos Gamarro, que tiene tienda en Arriate, Embutidos Melgar (tiene tiendas en Arriate y en Ronda) son buenas opciones para saborearlas.

MORCILLAS DE GADITANAS

Subidas de pimentón y muy frecuentes como embutido en crudo, las morcillas gaditanas, especialmente famosas las de Conil de la Frontera, suelen tener un punto de hígado de cerdo distribuido en su interior, por lo que tienen una textura notablemente diferente, encontrándose bastante presentes los trozos del hígado cortados de forma generosa. Es el caso de las morcillas de la carnicería Fuentes, que tienen bastante predicamento en estas latitudes tan marinas.

Más habitual en tapa que en guisos, aunque la olla jerezana pide morcilla a raudales, es también conveniente descubrir algunos de los pueblos del interior, donde suele ser habitual recurrir a mezclas de sebos de ibéricos y de cerdo blanco para estas chacinas, que se perfilan así bastante en un sabor más sedoso. Es el caso de Chacinas Piñero, en Benaocaz, que sirve en forma de herradura un embutido jugoso, fino y bien equilibrado de pimentón y ajo con el que convertir cualquier bocadillo en un festín.

MORCILLAS DE ORZA MANCHEGA

Cerramos el compendio poniendo punto y aparte en La Mancha, donde se estilan, sobre todo en Albacete y Ciudad Real las morcillas en orza. La morcilla (de cebolla, principalmente, aunque a veces se encuentran piñones) se cuece normalmente y luego se fríe en aceite de oliva virgen, utilizándose después un aceite limpio para conservarlas y poder asegurar así la duración de la morcilla durante el año.

Si bien son potentes calóricamente (el aceite a ello ayuda), son también muy sabrosas y lucen bien en fritos, en revueltos, en bocadillos y aceptan muy bien el guiso porque mantienen bien la forma y la jugosidad gracias a esa fritura previa, rompiéndose menos que las morcillas solo cocidas. En este caso, ese pueden encontrar fácilmente en lugares como Villanueva de la Fuente, donde parar a repostar orza (costilla, chorizo, lomo y morcilla) en embutidos Carrizal de Povedilla».

de Jaime de las Heras, en directo al paladar.com

Bueno como les dije largo y denso pero muy interesante y completo.

Rafael Rincón JM

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