por Celso Vázquez Manzanares

El turismo gastronómico es una opción perfecta para conocer a fondo un destino y su cultura. El estilo de vida y hábitos de sus habitantes se ven claramente reflejados en sus platos típicos y los turistas saben que la gastronomía es una parte esencial en sus viajes.
En Lisboa, desde el primer momento, se siente la influencia del mar, ya que la gran mayoría de sus recetas tradicionales tienen como protagonista el pescado y el marisco; además de otros productos como el pan, el aceite, el queso y los embutidos, que se pueden degustar en múltiples restaurantes.
En los puertos pesqueros de Ericeira, Cascais, Sesimbra o Setúbal se obtienen los productos más relevantes de la gastronomía local: el pescado y el marisco, que son la base de algunos de los mejores platos, ya sea en guisos o sopas, a la plancha o simplemente cocidos.
El bacalao es el ingrediente lisboeta estrella. Hay más de 1.000 formas de preparar este pescado, pero, cocinado con la receta à brás, brilla en todo su esplendor. Este plato consiste en bacalao cocido y desmenuzado, mezclado con patatas paja y huevo batido, formando así un delicioso revuelto.
Con el mar como protagonista, también destacan las almejas Bulhão Pato, cocinadas ligeramente con ajo y zumo de limón; la caldeirada de peixe, cocido típico que conserva el sabor intenso del pescado; las ostras, un rico manjar; la lubina a la parrilla o la sepia frita. Tampoco pueden faltar las sardinas asadas, sobre todo en junio, cuando tienen lugar las fiestas populares de Lisboa.

La carne también forma parte de la cocina lisboeta, con bocados de renombre como el Filete á Marrare, obra maestra culinaria del italiano Antonio Marrare, marcada por la omnipresencia de la nata y la mantequilla; el cochinillo de Negrais, que se puede preparar de diferentes formas; o el prego, un pequeño sándwich relleno de carne de vacuno, ideal para picar entre horas.
Con denominación de origen protegida a nivel europeo, el queso de Azeitão es una delicia que dejará sin palabras a los paladares más exigentes. Este queso se produce artesanalmente y se madura un mínimo de 60 días. Al ser muy cremoso, es idóneo para untar en pan como aperitivo.
En cuanto a sus dulces, en pocos lugares relucen tan apetecibles como en los escaparates de las tiendas de Lisboa. El más conocido es el Pastel de Belém, relleno de yema de huevo, azúcar y leche, dentro de un caparazón de hojaldre que cruje al morder cuando están recién hechos. Se pueden degustar solos o espolvoreados con canela o azúcar glas. El lugar auténtico donde comprarlos y comerlos es la fábrica original situada en Belém y abierta desde 1837.
Otros postres irresistibles son los dulces conventuales, con una base rica de huevos y azúcar, originarios en los conventos a partir del siglo XV. Los travesseiros de Sintra son algunos de los más famosos, hechos de hojaldre con un toque de almendras, yemas de huevo y azúcar. Asimismo, en esta mágica población se pueden encontrar las queijadas, compuestas de queso, huevos, leche y azúcar.