por Celso Vázquez Manzanares
En el corazón de Chinchón, pueblo madrileño que ha sido durante años escenario de cine icónico y un verdadero tesoro histórico conservando intacto su aire medieval, se alza majestuoso el Mesón Cuevas del Vino.
Este singular restaurante, que celebra este año su 60 aniversario, es mucho más que un lugar para disfrutar de la buena mesa; es un viaje al pasado, a través de sus cuevas centenarias, sus tinajas firmadas por leyendas y sus inigualables asados en horno de leña.
Ubicado en una antigua casa de labranza del siglo XVIII, protegida por el Patrimonio Histórico Artístico de la Comunidad de Madrid, el Mesón es testigo de tres siglos de historia. Sus muros, que un día albergaron aceite y vino, ahora son un refugio para comensales y visitantes que buscan algo más que un simple almuerzo: una experiencia inolvidable en un espacio declarado de interés turístico.
El alma de este lugar fue Narciso García Ortego, un hombre apasionado que, en 1964, sin experiencia previa en hostelería, transformó esta joya histórica en un templo gastronómico. Este hombre apasionado, cuya encomiable labor fue reconocida con premios como el Trofeo Internacional de Turismo y Hostelería, la Insignia de Oro al Mérito Profesional y la Medalla de Plata al Mérito Turístico, supo crear un espacio cuyo recorrido parece sumergirte en una cápsula del tiempo.
Narciso convirtió al Mesón en un referente nacional, atrayendo a personalidades de todos los rincones del planeta: desde actores internacionales como Orson Welles y Yul Brynner, hasta literatos, toreros, músicos y deportistas que acudieron para sumergirse en un ambiente muy especial que atrapa los cinco sentidos.
Las huellas de su paso permanecen vivas en las tinajas que adornan sus salas, firmadas por manos ilustres como homenaje a su estancia en este ‘templo gastronómico’. Rafael Alberti, Mark Knopfler, Adrien Brody o Tom Holland son algunas de las firmas que se pueden encontrar las enormes tinajas en una estancia en la que se respira un aire de grandeza y autenticidad.
En este lugar histórico, la historia cobra vida en cada rincón que, con un estado de conservación excelente, ofrece al visitante la oportunidad de descubrir desde un molino de aceite tricentenario hasta las cuevas subterráneas más grandes del sur de Madrid.
MOLINO DE ACEITE TRICENTENARIO
El restaurante esta ubicado en una antigua casa de labranza del siglo XVIII, en la que se cosechaba y trabajaba en la elaboración tanto de vino como de aceite, además del almacenaje de distintos tipos de cereal. Las almazaras, lagares, bodegas y cuevas, han llegado hasta nuestros días reconvertidas en salones, comedores y tabernas en las que el comensal puede disfrutar de una experiencia gastronómica exquisita. Cocina española, de corte tradicional, resucitando las recetas de antaño, con materias primas de la mejor calidad.
Caminar por los 2.000 metros cuadrados visitables de este Mesón es sumergirse en un auténtico museo vivo. Desde el molino de aceite tricentenario de granito con un peso de 4 toneladas que producía unos 90.000 litros de aceite al año, hasta las cuevas más grandes del sur de Madrid, donde antaño se almacenaban hasta 450.000 litros de vino, todo en este lugar cuenta una historia.
La atmósfera de las cuevas evoca otra época, con la esencia de antaño preservada a la perfección. En estas cuevas a las que se accede a través de unas infinitas escaleras de piedra se siente la esencia de los siglos XVIII y XIX, como si el tiempo se hubiera detenido para preservar la grandeza del lugar.
Todo en el mesón es de carácter extraordinario. Desde el atroje de la almazara que podía almacenar unos 240.000 kilos de aceitunas, convirtiéndose en la almazara más grande de la comarca, con una producción de unos 90.000 litros de aceite al año; hasta la viga del comedor principal El Molino de álamo negro traída del norte de Africa hace trescientos años con más de 12 metros de longitud con un peso de unas 5 toneladas.
Los récords llegan hasta la cocina. La media de tiempo que necesitan sus trabajadores para servir un plato puede llegar a los 10 segundos. El récord de platos servidos en un servicio de comidas tuvo lugar el Viernes Santo del año 1.993 cuando se sirvieron un total de 2.104 platos.
Entre los platos más famosos del restaurante destacan el chorizo a la brasa, la morcilla, el asadillo de pimientos con atún, los ajetes fritos, el morteruelo, las migas, el cocido madrileño que elaboran a la antigua usanza los fines de semana y los festivos de octubre a mayo, todo ello sin olvidar sus famosos corderos lechales y sus cochinillos asados.
Estos asados se elaboran en otra joya: el horno de leña giratorio más grande de España. Alimentado por más de 25.000 kilos de leña de encina al año, este horno es capaz de cocinar hasta 90 cazuelas a la vez, llenando el aire con aromas que invitan a sentarse a la mesa y disfrutar también de los mejores vinos de la región en copa o en sus famosos pellejitos, elaborados a mano con piel de cabra. Porque en el Mesón Museo del Vino, el sabor y la historia se entrelazan en cada bocado entre humildes manteles de cuadros rojos y blancos y sillas de enea.
La experiencia de visitar el Mesón, con capacidad para 700 personas en sus ocho comedores, va mucho más allá de una simple comida. Cada rincón del restaurante, cada salón decorado con tinajas y utensilios antiguos, evoca una época pasada y ofrece al visitante una conexión íntima con la historia de Chinchón y de España.
Cada espacio del Mesón Museo del Vino invita a la contemplación, a la conexión con una tradición única, que ha sido conservada con mimo por la hija del fundador y hoy administradora y propietaria del restaurante, Yajaira García quien asegura que el mejor legado que le ha dejado su padre son sus enseñanzas; de hecho en una de sus paredes reza el cartel ‘La suerte no es más que el meditado cuidado de todos los detalles’.
Este edificio es un testimonio vivo de los oficios y costumbres que durante siglos definieron la vida en el pequeño pueblo de Chinchón. Y hoy, seis décadas después de su transformación en restaurante, sigue siendo un lugar donde la historia y la gastronomía se entrelazan de manera magistral en este singular pueblo del sur de Madrid.
Con apenas 5.000 habitantes, este pintoresco municipio ha sabido conservar su esencia a lo largo de los siglos. Una plaza histórica, corazón de la localidad, llena de soportales, tejados escalonados y 234 balcones de madera pintados de verde, una torre sin iglesia y una iglesia sin torre, las fiestas del anís y lo mejor de la gastronomía castellana aguardan al visitante.
Por ello una visita al Mesón Cuevas del Vino es mucho más que una recomendación; es una celebración de la pasión, la dedicación y el sabor auténtico que Narciso García y su familia han sabido preservar durante seis décadas para compartir a manos llenas. ‘De Madrid al cielo pasando por la Cuevas del Vino’, como se puede leer en una de sus enormes tinajas.