En nuestro hemisferio norte entramos en la época de la caída de la hoja, el siempre bello Otoño y con ello aparecen cambios y contrastes en nuestras percepciones.
Nuestros sentimientos, después del cálido y sensual verano, tienden a apagarse, apesadumbrada en parre por la vuelta a nuestra rutina diaria, por el cambio climático o la añoranza del sol, la playa o el dulce ocio vacacional nos pueden constreñir el ánimo.
Sirvan estas líneas para (aún faltan las postreras temperaturas de verano del veranillo del membrillo o de San Miguel) que veamos con ánimo y alegría quizá la época mas bella, cromática, de la naturaleza, donde ciertas frutas entran en sazón, como los deliciosos melocotones del Bajo Aragón, las higueras sus rezumantes higos y las uvas que ya recién vendimiadas nos traerán nuevos y frescos vinos.
Pero la sabia Naturaleza sigue su camino y allí donde fenece algo, brota, nace, otro ser, otra actividad, otra etapa, cargada de alegres novedades que nos animan e ilusionan. Todo se transforma para con el tiempo volver a ser lo mismo.
En este novel otoño también renace con fuerza la vida. Es la época de muchos hongos y setas que en el escondido y agreste bosque, húmedo y soleado, esconde aromas inconfundibles de vegetales que ahora brotan y emanan deliciosas esencias con los que podremos deleitarnos en nuestras mesas.
Así mismo, el control, secular y biológicamente obligado, cinegético que hace posible la existencia y perpetuidad de especies salvajes de pelo y pluma, que aunque pueda parecer una contradicción, hará que aparezcan más carnes silvestres de jabalíes, venados, perdices y otras especies, que darán continuidad a las especies y nos ofrecerán el reconfortante placer de su singular y rico aporte nutritivo, calórico y texturas y sabores del sotobosque únicos, las carnes menos grasas y más ecológicas del mundo.
En los mares, más fríos y batidos, nos esperan excelentes, turgentes y sabrosísimos pescados y mariscos que como se dice mejoran con los meses con erre.
Todo ello en y con un espíritu de renacimiento, del comienzo de una nueva etapa, de otra campaña, que nos da esperanza en proyectos, odiseas, épocas nuevas en las que entramos y confiamos.
La belleza cromática del otoño no tiene parangón, sus increíbles colores con matices dorados, rojos, verdes tenues. apagados naranjas y ocres en toda una gradación de tonos
Con sus intensos y penetrantes olores de la lluvia prometida, de la humedad silvestre, de los aromas a llar, de chimenea y ahumados, de la sagrada y madura tierra que, ya vaciada de sus frutos, retoma fuerzas en un plácido descanso.
Todo ello reconforta más nuestro ánimo y aflora nuestra sensibilidad y nos dan ganas de confort y asiento, de abrigo, abrazo, achuchón y buena compañía.
Es, pues, un momento biológico en el que cambiamos usos y percepciones, nos arropamos, añoramos, ansiamos, pana, algodón y otros tejidos cálidos, que siempre embellecen elegantemente, cubriéndose las mujeres y los hombres señorean.
En la mesa surge un mundo de intensidad aromática, de recia solidez, sabores agrestes y sobre todo… la cuchara, tan ansiada, símbolo atávico de la cocina `caliente´ tradicional, familiar y olorosa que nos hace salivar sólo con mencionarla.
Por ello mis queridos amigos prometemos en El Trotamanteles un otoño fructífero, sabroso y contundente, de toma pan y moja.
Personalmente feliz por encontrarme otra temporada, la cuarta, con ustedes, con mis socios y equipo que hacen posible y aportan alegría cotidiana y me congratulan con mis actividades diarias en El Trotamanteles, una comunidad que crece imparable con amantes de la Gastronomía, del buen vivir, con criterios amplíos de miras, solidarios, tolerantes y generosos, buscadores del conocimiento, de la cultura de fogones y maestros… todo ello sólo se puede conseguir por el apoyo y lectura de cada uno de ustedes.
En fin, aquí seguimos, siempre que quieran, con ánimo infinito y encantados de ello. Por todo ello la vida no nos trata nada mal, quita y repone, ya que la Naturaleza nos permite seguir día a día disfrutando de la vida, amor y amigos.
En un año triste, cruel y asesino, donde tantos familiares, amigos y conocidos han sido víctimas sanitarias o profesionales del cruel virus, yo, mis hijos y nietos gozan de plena salud y viven en fraternal armonía y estabilidad, por todo ello, por lo que doy gracias y espero que esta dicha pueda compartirla con la de ustedes.
Ánimo y fuerza, en esta vieja y nueva estación, donde el año alcanza la sazón de la madurez y los campos, bosques y mares se tiñen de espectacular belleza, dándonos lo mejor, más sabroso y aromático de la sabia madre Naturaleza.
Eso si algo triste estoy, por las personas perdidas y por el estropicio de esta injusta crisis, pero eso es coyuntural…espero y voy viendo unas ganas enormes de trabajar, de resurgir, de olvidar todo lo malo ya que todo puede tener solución y lo que no la tiene hay que luchar para que la tenga…¿o no?.
Un saludo Rafael Rincón JM