Toda la vida andamos buscando el paraíso en la tierra, y yo, me parece que lo he encontrado, y si por casualidad no fuese ese el paraíso idílico, no creo que en realidad se diferencie mucho.
Soy organizador de ferias de quesos artesanos, director de concursos de quesos, amante de la gastronomía y defensor del sector primario.
Verán les cuento
A raíz de la tarea a la que dedico mi tiempo, conozco a muchos queseros.
Uno de ellos es mi buen y gran amigo Jesús Aranburu.
Jesús, forma parte de una familia dedicada en cuerpo y alma a la ganadería extensiva de oveja latxa y a partir de ella a la producción artesana de queso Idiazabal, en Idiazabal, Gipuzkoa, Euskadi.
La familia de Aranburu, formada también por Juan José, Olatz y Mari Ángeles Iñurrategi, cierra el círculo de la perfección quesera artesanal, una ganadería de más de 1.500 ovejas, pastando en total libertad en los verdes prados del caserío familiar, que dan una materia prima, la leche cruda y entera, de excelente calidad, con la cual se elabora ese célebre queso “Idiazabal J.Aranburu” tan premiado y reconocido, no sólo en Euskadi, o en el resto de España sino también a nivel internacional.
A principios de este año, Jesús, me invitó a acompañarle a trashumar con ellos parte del rebaño familiar, corderos y ovejas, a la montaña. La llamada se produjo a principios de este junio y me citó para el sábado 10.
Mi llegada a la quesería, en Idiazabal, fue el mismo viernes 9. Jesús me contó su plan de acción y programa para esa madrugada y le dije que me apuntaba sin más dilación. Ese plan no era otro que estar preparado y listo a la 01:00 am para ir al caserío familiar a recoger más de 1.500 litros de leche y llevarlos a la quesería.
Una vez allí, preparar esa leche para la producción del muy premiado “queso Aranburu”.
Y así lo hicimos.
Una vez finalizada la elaboración artesanal, casi manual del lote diario, unos 150 kg de “queso Idiazabal”, a las 07:00 am, nos pusimos en marcha nuevamente hacia el caserío “Olabide” en el vecino pueblo de Zerain, donde nos aguardaban ansiosas, muchas ya conocían nuestro destino, un rebaño de 280 cabezas.
Allí nos encontramos con amigos y vecinos de la familia, en total 6, para afrontar la tarea de pastorear a ese rebaño de animales, cuasi angelicales, hasta el ansiado “paraíso”.
La travesía comienza bien, como en una escena bucólica y pastoril, amanece un día claro, luminoso y sin probabilidad de lluvia, donde corre una brisa fresca, a través de un agreste camino entre caseríos, en ascenso, liviano y de pendiente casi inapreciable. Las vistas y panorámicas del valle son espectaculares.
Tras tres horas de caminata, tranquila pero constante, decidimos hacer una parada para el reparador bocadillo (gracias Mari Ángeles, por ese delicioso bocadillo de tortilla con atún que preparaste).
Tras el reconfortante almuerzo, la naranja y el sorbo de agua, continuamos la travesía.
La cordillera del Aitzgorri se veía cada vez más próxima, pero para nada se intuía la dificultad de la ruta de subida.
El camino llegó a su fin y comenzamos un ascenso, campo a través, por un sendero casi inapreciable, entre hayas y pinos.
La pendiente era pronunciada y el suelo embarrado dificultaba el ascenso.
De repente, un manantial natural de agua fresca potable aparece en el sendero, la potabilidad se intuye por una taza de metal, como anunció o señal, anclada a la tubería por la que discurre el agua, aunque también porque lo aseveran los lugareños.
Ya un poco reconfortado por el frescor del agua, coronamos la cumbre y la cruzamos por el estrecho paso de Andraitz.
Lo de estrecho es literal, dos paredes de piedras en los laterales que te permiten apenas extender los brazos. Las ovejas lo pasaron casi de una en una.
Según vas cruzando el angosto camino, si miras atrás, continúas sorprendiéndote por la belleza del paisaje, con la lejanía de los diferentes valles que se divisan desde la altura según avanzas. De repente, te aparece, como por sorpresa, el plácido valle de Urbia.
Tras la frondosidad del bosque y del rocoso paso que acabábamos de dejar atrás surge, Urbia, como una alfombra de color verde intenso y cuyo final no alcanzaba la vista.
Esta planicie de altura recompensa el cansancio del ganado con una reconfortante ingesta de hierbas frescas, donde parecen muy felices pastando sin parar.
Hasta aquí llegó nuestra tarea de pastoreo trashumante, allí los rebaños de ovejas, vacas con terneros y yeguas con potrillos, pacen libremente, disponen de agua en cantidad suficiente y una comida inacabable.
No hay animales depredadores, potencialmente peligrosos, están unos meses en absoluta paz, sólo con una leve supervisión del pastor.
Si bien como dije antes, nuestra tarea de pastoreo llegó a su fin, aún nos quedaba llegar al refugio. Éste es una construcción que la Diputación de Álava construyó para quienes tienen y andan con ganado, un lugar confortable, acogedor para protegerse del clima, con iluminación a través de placas solares y agua corriente que llega desde un cercano manantial de montaña.
Jesús, que sonreía viendo mi cara de incredulidad/ sorpresa/ asombro por la belleza del paraje y del momento vivido, me dijo a mí, ya que los demás integrantes del grupo eran repetidores de este mismo camino y sabían la recompensa final, que al llegar al refugio nos esperaban unas botellas de “zumo de manzana” vamos, sidra vasca natural, muy fresquita.
Nuestro paso aceleró, intentando hacer más corto el tiempo hasta llegar al paraje de Laskaolatza, lugar donde haríamos parada y fonda.
La llegada al refugio fue como haber ganado un gran torneo, con gran satisfacción por el resultado y feliz recompensa al esfuerzo realizado.
Allí se encontraban, Juan José Aranburu, Mari Ángeles, su esposa, y Mertxe, mujer de Tomás, uno de los integrantes del grupo de pastores, que habían subido antes en todoterreno para que cuando llegásemos estuviera la comida casi preparada.
Para relajar las piernas tras la “maratón”, de 8 horas de caminata, nos sentamos en la verde campa, que a fuer de terraza, ante el refugio nos sirvió para disfrutar, con buena climatología, de un picoteo, chistorras, aceitunas, y yo aporté al mismo unas tapitas de paletilla ibérica y por supuesto empezaron a circular las botellas de zumo de manzana, escanciada hábilmente por los lugareños.
A continuación, pasamos al interior, donde en una gran mesa tras degustar una deliciosa ensaladilla, dimos la debida cuenta de un cordero “de la casa”, hecho a la brasa… ¡¡Por Dios, qué delicia!!
Y más botellas de sidra vasca….
Un singular paraje, una buena comida, una buena bebida, una interesante conversación y sobre todo mejor gente conformaron el idílico “paraíso” al que me refería inicialmente.
El tiempo corría inexorablemente. Llegó el postre, una macedonia de frutas, y, como no podía ser de otra forma, una soberbia cuajada de leche de oveja, ‘mamia’.
He de reconocer que nunca comí una cuajada tan deliciosa como esa y no es casualidad, pues en la casa Aranburu, ya ganaron un tercer premio en un reciente concurso local de cuajadas.
Se hizo tarde, las nubes llegaron tapando las montañas, sólo se escuchaba el soplar del viento y algunos cencerros de los rebaños a lo lejos.
En la cumbre hacia fresco, la cálida chimenea crepitante del refugio se dejó con varios maderos para que aportaran algo de confort durante la noche.
Jesús, Juan José, Olatz, Mari Ángeles, ¡eskerrik asko!.
A los compañeros de viaje, Mikel, Josu, Tomás, ¡eskerrik asko! .
Euskadi, Eukal Herria, País Vasco, tres definiciones para un mismo lugar, si deciden visitarlo, han acertado.
Encontrarán gente amable, hospitalaria, buen tiempo, maravillosa comida, refrescantes txacolís y sidras, para acompañar, en especial, un queso Idiazabal excelente, ‘J. Aranburu,’ en Idiazabal.
El consejo regulador D.O.P queso Idiazabal tiene en él a un gran representante con esta familia. Tomen buena nota.
Lagunok, datorren urtean arte.
Amigos, hasta el año que viene.
Juan Carlos Lobo
El Trotamantel Andaluz.
Quesería J. Aranburu – Idiazabal
Ondramuino baserria,
20213 Idiazabal, Gipuzkoa
Olatz Aranburu
+34 649 65 59 62
Jesús Aranburu
+34 628 15 11 25
* Nota:
El queso Idiazabal se puede fabricar en Álava, Vizcaya, Guipúzcoa y Navarra pero siempre con leche de oveja Latxa y Carranzana