Otra curiosidad histórica, buena muestra de que el vino ha sido fiel compañero de los grandes hombres… extraordinarios.
¿CUÁL ERA EL VINO PREFERIDO DE NAPOLEÓN?
A Napoleón le gustaba beber vino. Eso sí, con moderación. No más de media botella en la comida. Y, además, aguado. Igual proporción de agua que de vino, lo que para muchos es un pecado y todavía más si se tiene en cuenta que su caldo preferido no era de los que un mesonero pondría en una jarra para compartir.
El gran militar tenía buen paladar y ya de joven se aficionó a un tipo muy concreto de vino que le acompañó hasta el final de sus días.
Los escritos de quienes le rodearon, como su ayudante de cámara Louis Marchand o su amigo diplomático y político Louis Antoine Fauvelet de Bourrienne también dejaron constancia de otro detalle: no había campaña que Napoleón librase sin su vino predilecto.
Casi como un talismán. Con él combatió en el cálido Egipto y con él fracasó en la desangelada Rusia, aunque seguramente el vino no tuvo nada que ver.
Marchand fue muy gráfico en sus memorias: “Lo único frío que había en la campaña de Egipto era el Chambertin de Napoleón, lo único cálido que había bajo el cielo gélido de Rusia era el Chambertin de Napoleón”.
Efectivamente, ese era su vino de cabecera.
Otros aficionados al mismo vino.
Seguramente se aficionó a él cuando era un joven oficial de artillería desplazado en el departamento francés de côte-d’Or, tierra del famoso Borgoña.
Se trata de un vino elaborado con uvas pinot noir, de color rubí oscuro, potente e intenso. Digno de Napoleón.
Pero el emperador no fue el único que se dejó seducir por sus efluvios y sabores. Alexandre Dumas escribió sobre él: “Nada hace que el futuro parezca tan brillante como examinarlo a través de un vaso de chambertin”.
Otro novelista, Hillaire Belloc afirmó: “Olvidé el nombre del lugar; olvidé el nombre de la chica; pero el vino era Chambertin”.
E incluso sedujo a Thomas Jefferson cuando era embajador de Estados Unidos en París. Después, al entrar en la Casa Blanca encargó un gran pedido que seguramente utilizó durante bastante tiempo para celebrar su triunfo.
Pero volvamos a Napoleón. Aunque era un hombre de costumbres, también tuvo debilidad por otros caldos, como un sauvignon blanc de Poully-Fumé y un singular blend de Liguria, el Rossese di Dolceacqua, además del champán Moët & Chandon.
Ahora bien, fue con el Chambertin con quien se fue al destierro de Santa Elena. Uno de los hombres que le acompañaba, el conde de Las Casas, escribió: “Durante sus últimos quince días, Napoleón bebió constantemente el mismo vino, por supuesto su querido Chambertin. Le gustaba tanto, que pensaba que era bueno para su salud”.
Aunque también degustó asiduamente en sus últimos años el dulce Vin de Constance de Sudáfrica.
A pesar de que la versión oficial atribuye la causa del fallecimiento de Napoleón a un cáncer de estómago, como dictaminó la autopsia en su momento y han corroborado investigaciones recientes, durante tiempo circuló la teoría de que pudo ser asesinado. Concretamente, envenenado.
A pequeñas dosis de arsénico servidas, como no, en un ingrediente que nunca faltaba en su dieta, su famoso Chambertin.
Otro dato que alimenta su leyenda.
Silvia Colomé
NOTA: como dice la propia autora, Silvia Colomé, durante su exilio en la isla de Santa Elena se aficionó al Grand Constance sudafricano, tanto que bebía 30 botellas al mes.
Este vino todavía se produce en Domaine de Groot Constantia, Sudáfrica, y en 2019 protagonizó la exposición “El sabor del exilio: Groot Constantia, el vino de Napoleón en Santa Elena”.
Organizada por el Consulado de Francia en Ciudad del Cabo para celebrar el 250º aniversario del nacimiento de Napoleón.