La cultura del Estrecho.
He querido escribir este artículo para contar lo que sé y lo que humildemente pueda aportar a mis lectores, jóvenes, o no, latinoamericanos, o no.
Muy pocos saben que América, y el nuevo mundo, fue el detonante que separó definitivamente a las dos costas del El Estrecho y del Mediterráneo occidental, África y Europa iniciaron caminos diferentes y de aquellos polvos vienen estos lodos.
La razón es que mientras una, la europea, parte evoluciona y se enfrasca en el futuro, la otra, la africana, se anquilosa en la historia y queda en una lánguida decadencia que condenará a sus habitantes al actual atraso.
Entre Tánger y Tarifa hay sólo catorce kilómetros, los mismos que separan también al mar Mediterráneo del Atlántico; tan pocos son que en días claros las costas se vislumbran con nitidez y dibujan su perfil blanco sobre el cielo azul.
El estrecho fue puente y guardián que controló las rutas hacia el sur y hacia el este, y ha sido y es una importantísima ruta comercial. Pero también lugar de enfrentamiento y mar insalvable entre distintas culturas y religiones.
EL MISMO MUNDO EN LAS DOS COSTAS.
Se sabe, ahora, que en tiempos muy remotos, prehistóricos, ambas costas llegaron a estar temporalmente unidas, convirtiéndose el Mediterráneo e un gran lago salado interior, y por esa istmo pasaron humanos primitivos. Pero de ello pico podemos hablar por ahora
Pero durante diez siglos, desde el II a.C. al VIII dc., desde las épocas de la Grecia clásica, fenicia y púnica, romana y visigoda, el mundo, cultural y político, era el mismo a ambas orillas del Estrecho de Gibraltar, mismas deidades, semejantes costumbres, similares comidas, así fue durante mil y pico años.
Un buen ejemplo de ello fue la conexión y la interrelación de las romanas Hispania y la Numidia o Mauritania, en especial. Fue un tránsito comercial constante, incluso antes de la conquista púnica de la Iberia preromana, a mano de los cartagineses, que acercaba y unía ambas costas de las denominadas columnas de Hércules, el estrecho de Gibraltar y el mar de Alborán. Así fue con alternativo predominio político y militar por ambos lados pero con constante y fructífero intercambio físico, económico, cultural y humano.
Se sabe, por otro lado que buena parte de las gentes rifeñas tienen hoy fisonomías heredadas de los invasores bárbaros, nórdicos, eslavos y centroeuropeos, como son los ojos zarcos, azules, de figura delgada, altos y de cabello rubio y no pocos pelirrojos, genes heredados principalmente de los vándalos que ( en el 425), después de asolar la Hispania oriental romana, cruzaron a África y al final se asentaron en el Rif marroquí.
De ahí que tres siglos después los aguerridos guerreros de las huestes que traía Musa Ibn Nusair, al mando de Taric, Táriq ibn Ziyad (nombre de origen germanico), fuesen rubiosvybde ojos azules.
El estereotipo de árabe musulmán, esbelto, mediana estatura, nariz aguileña, ojos oscuros y muy morenos de piel y cabello, fuesen los que vinieron con y tras los Omeyas, sirios, huidos y derrocados en Damasco por los abasidas de Abu-l-Abbás, en el 762.
Después de la breve invasión nómada de los vándalos, los visigodos hispanos,ya en el siglo VII, consiguieron liberar las costas norteñas del Estrecho, expulsados los de Bizancio, romanos orientales (555 al 624) que dominaron el sudeste de la península desde Alicante a la desembocadura del Guadalquivir y por el interior hasta Astigi (Écija) en su momento de mayor extensión.
Los reyes visigodos hispanos fueron dueños gobernantes durante siglos también de plazas fuertes africanas, como Ceuta, que ya formó parte la Hispania Transfretana romana y después de la visigoda (Sisebuto 615)
EL ISLAM, NUEVO VECINO.
Pocas personas conocen que los denominados también » moros» de Mauritania, que cruzaron el Estrecho en el 711, capitaneados por árabes en su expansión en su ‘yihad’ norteafricana, no llevaban ni cincuenta años en el actual norte de Marruecos.
Ceuta no fue conquistada para el Islam, por Musa, solo en 709, Rusadir, Melilla, fue ganada para en el 680 o Tánger goda hata al 698.
Con ello los últimos reyes visigodos lograron controlar el comercio del Estrecho, con un control importante ya que por entonces toda la navegación era de modalidad de cabotaje, cerca de la costa y repostando cada poco tiempo.
Al mando de Tariq e invitados por uno de los pretendientes al trono de Toledo, Argila II, pudieron cruzar y desembarcar en la Hispania peninsular (Tarifa,711) e intervinieron en la batalla del río Guadalete, decisiva en el conflicto civil, contra el otro ‘rey pretendiente’, Rodrigo.
Pérfidamente, una vez vencedores y viéndose más fuertes, traicionaron a sus anfitriones aliados y decidieron quedarse ellos mismos con la Hispania visigoda.
Conquistándola en tiempo récord (711-726) y acabando su ‘yihad’ expansionista al llegar en hasta Poitiers y ser vencidos por el galo franco Carlos Martel.
Los musulmanes en su conjunto desde los indígenas bereberes, pasando por los árabes omeyas (a finales del VIII), los almorávides (XII), originarios de la Numidia y Mauritania Tingitania romanas, el Magreb musulmán y hasta los posteriores, almohades (XIII) más fanáticos, vpeocedentes de primitivas tribús del Sahel, mucho más atrasadas y radicales, aportaron bastantes cosas, como especias, legumbres como el garbanzo y el arroz, frutas, confitería en especial hojaldre y miel, etc.
Pero ellos, los invasores, como suele ocurrir, se adaptaron más a Hispania que los hispanos a ellos. La agricultura, la botánica, la reciente industria artesanal, la medicina, estaban más desarrolladas en esa Hispania goda cristiana, que en sus tierras de origen, africanas. Salvo la excepción de los aristócratas sirios, los Omeyas, pero que se calcula que no llegaron a dos mil individuos en total los que migraron.
Desde luego en la larga etapa de la España musulmana, andalusi, hubo muchísimos avances, adelantos y eminentes personajes sabios, pero eran hispanos, la mayoría de ellos no vinieron de África. Se calcula que entre las cuatro grandes llegadas, Tariq y Musa, Omeyas, almorávides y almohades, no subieron de 300.000 el número de árabes o africanos musulmanes que llegaron y luego se asentaron en la península.
Así que entendemos que si, aportaron mucho, religión, medicina, alfabeto, números y matemáticas, filosofía, alquimia, herencia clásica griega, entre otras, y se adaptaron y convirtieron en otros hispanos más.
Solo la religión era diferente pero, al tener el poder ellos, acabaron incorporándose a las costumbres pero los dominados se fueron convirtiendo poco a poco al Islam por enseñanzas e interés político, social y financiero.
De todas formas, salvo breves espacios de duro fanatismo ortodoxo, Almanzor, almorávides y almohades, la vida fue muy tolerante y en mayor o menor grado convivían las tres grandes religiones del Libro, monoteístas, judíos, cristianos y musulmanes. Talmud, Evangelio y Corán.
Es decir, los eminentes científicos y literatos, andalusís, Al-Zahrawi, Ibn al-Baitar o Abdallah al-Bakri fueron tan españoles como Indivil, Séneca, San Isidoro de Sevilla , el Arcipestre de Hita o Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid.
LOS QUE SE QUEDARON, LOS MORISCOS.
Por otro lado, en España a los habitantes y familias musulmanas que no se fueron, en 1.492, y que se quedaron en Castilla (Andalucía y Murcia principalmente) y en Aragón ( Valencia, Baleares y Teruel) los llamados moriscos, y de estos, como dice son de los que nos hablan, Cervantes y Martínez Montiño, al relatarnos las costumbres culinarias musulmanas españolas como el cus cus. Los últimos moriscos fueron expulsados por Felipe III, en 1609.
EL ROMPIMIENTO LA FRONTERA INSALVABLE
Desde ahí, siglo XVI, y el advenimiento de América, la ventana y puerta del Estrecho se va separando y cada vez más. En él se enfrentan dos mundos opuestos, el del norte, península ibérica, entra en un torbellino científico, cultural, político y militar, donde el gran Madre Nostrum, romano, el Mediterráneo se convierte cada vez más en un «lago» pequeñito del Atlántico.
Se rompen las dimensiones, se abandona el cabotaje, se cruzan océanos, se descubren continentes y se demuestra la esfericidad de la Tierra. Desde ese momento es una carrera en todos los ámbitos. Se tambalea el mundo antiguo, medieval, teocrático y minúsculo. Las Religiones y más tarde, tres siglos, las Monarquías pierden poder, prevalencia y muchas desaparecen.
La costa africana, el sur, musulmán se queda ahí, anquilisado en la baja edad media del siglo XV. Cruzar el Estrecho, ya en el siglo XVIII, es un símbolo exotismo y los viajeros del 1700 creen vivir en el pasado, en el ensueño de las mil y una noches.
Pronto, un siglo y pico después, viene la conquista militar y política y la pretendida colonización del atrasado, rocambolesco y vetusto Sur por un adelantado, moderno y civilizado Norte.
En la tercera década del siglo XX, Francia, España, Italia y en parte el Reino Unido son los dueños de todo el sur del mar Mediterráneo, desde Suez al Estrecho.
Y la separación permanece, continua, es cierto que se intenta incorporar política, diplomática y comercialmente a los nuevos y viejos países surgidos, Marruecos, Argelia, Túnez, Libia y Egipto, pero sus habitantes, ciudadanos, continúan con costumbres, razonamientos políticos y religiosos teocráticos, más o menos radicales, pero a nivel de bienestar socioeconómico mucho más atrasados que el rico y prometedor norte.
Con vaivenes políticos de todo signo, con regímenes más o menos autoritarios, hoy Marruecos, Argelia y Egipto, otros más abiertos, Túnez, e incluso con una nación fallida y rota como Libia, la vida no cambia. El dinámico y confortable Norte, cristiano, cada vez se separa más del Sur, islámico, más incómodo e injusto en los parámetros del siglo XXI.
Y ya entrados en este siglo de Internet y la comunicación y los críos, chavales y forofos de Tánger, Tetuán, Alhucemas o Nadie en el lado de Marruecos son mayoritariamente del Barça o el Real Madrid, como los de Cádiz, Málaga, Granada o Almeria en el de España.
Ven los mismos anuncios de coches, comidas, a chicas y chicos guapos, empleo de electrodomésticos y nuevas tecnologías, automóviles y motos, en resumen como vive la sociedad del Norte, pero cuando van a sus comercios, no encuentran esos aparatos, alimentos, automóviles y si los encuentran no pueden pagarlos, no pueden ni les dejan la libertad social y sexual que ven en sus noches ante la tele. No tiene nada de lo que ven y desean, viven casi en un atraso de siglos y no ven posiblidad de cambiarlo. El futuro se les escapa en el transcurrir de sus días míseros.
Entonces surgen las pateras y los cayucos. Empieza el éxodo migratorio y lo peor creen que el norte es el reino de Jauja y desconocen las crisis y dificultades de un mundo adusto, cruel y competitivo pero para ellos un auténtico y soñado Edén. El Paraíso idealizado…pero eso ya es otra historia, el futuro.
GASTRONOMÍA COMÚN.
Parece deducirse que los hispano romanos, ya llevaban 7 u 8 siglos cultivando y cocinando el trigo (panes), el olivo (aceitunas y aceite) la uva (fruta y vino), el pescado y el marisco y fueron los que desarrollaron los orígenes y técnicas de la cocina mediterránea sudoccidental.
Platos como el cuscús, de fusión de la tradición, cerealista romana mediterránea, con los aportes culinarios culturales de los sucesivos invasores, chacinas, salazones, así como las frituras de mar, los platos de cuchara con legumbres y hortalizas (adafinas hebreas y alboronías de origen andalusí musulman)…
Las consiguientes idas y venidas en sucesivos vaivenes, dejaron una gastronomía común, muy parecida, con base mediterránea, donde las hortalizas, verduras, legumbres, cereales, aceitunas y su aceite, frutas, la uva y la vid, el icono y el caprino o los mismos pescados de su mar común se entremezclan en recetas tradicionales con variantes culturales diferentes por temas históricos, religiosos, o costumbres enraizadas.
Es cierto que esos siglos de separación cultural lograron ciertas y notables diferencias, como el consumo de cerdo y bacalao arriba y la prohibición del cerdo y el vino abajo donde pocas variedades hubo en esos siglos mientras que en el norte el contacto con Europa, camino de Santiago, por ejemplo y sobre todo el descubrimiento del Nuevo Mundo los cambios fueron enormes.
Al sur, desde luego, la rica aportación de los recetarios nazarí y hebreo, en los éxodos del vencido reino granadino (desde 1480 a 1492) y el judío, tras su expulsión (1492) y por supuesto también llegó, desde España, la revolución alimentaria americana y el tomate o el pimiento, entre otros, se incorporaron a cuscús, tajines o harissas.
En la base, naturaleza y procedencia de esas recetas existen raíces y sabores comunes. Más o menos especiadas, con técnicas algo diferentes pero semejantes en sus conceptos e ingredientes principales.
Norte y Sur están condenados fraternalmente en un futuro compartido. Cuánto y cómo, ya se verá.
Rafael Rincón JM