Luna Rossa, una de las mejores opciones de cocina italiana auténtica, casi escondido, da un salto adelante.
Esa es la sensación en esta tercera o cuarta visita a Luna Rossa, que tenía por un «vero pizzaiolo» al estilo más napolitano como el célebre Enzo Coccia y me he encontrado en una auténtica trattoria», por lo bullicioso y popular del ambiente, agradable y lleno de caras felices disfrutando de la cocina de Anna Carla, «napoletana nato», alma y ama de la casa (historia abajo *) y de su marido y cocinero, Cristian, con su cuñado, Valentín, rumanos, casi españoles, ya, que se han impregnado totalmente de las motivaciones y esencias de la «cucina» de la bella «capitale napoletana».
Aunque poco a poco, con tesón y empuje, y «para mejorar nuestra oferta a nuestros clientes cada vez más entendidos», comenta Anna Carla, mejorando la carta de vinos italianos (hablé con ella de Juancho Asenjo, como el mejor asesor) y la incorporación de nuevos platos se van convirtiendo en todo un informal «ristorante».
Sea como sea, comer en Luna Rossa es toda una muy agradable experiencia. Se nota, se oye, se huele, se advierte en todo ese placer que, solo los lugares de buena cocina popular, rica y sencilla, logran creando un ambiente espontáneo de alegres y tenues conversaciones con silencios lúdicos al llegar los platos.
Buen servicio de italianos de manual, mediana edad, bregados, expertos en lo suyo, pendientes de los clientes y muy raudos y ágiles en el servicio. Lo cual ayuda a encontrarse como en casa. Anna Carla, en todo, pendiente y buena «explicadora» de lo que con gusto ofrece a sus comensales.
Nosotros después de una cerveza, de refrescar la plaza, tomamos varias copas de vino italiano. Mi compañera, Myriam Garrido, tomo tres copas de blancos, un Manzoni 2019, riesling renano y pinot blanco; un Petilia Guano de Avellino de Campanita; y un Cos, siciliano de uva zibibbo vinificado en secco, dulce, macerado en ánforas de barro. Yo tomé tres de un rosado, Pinot Grigio Ramato de Antonnutti, que me gustó mucho y que acompañaba estupendamente las viandas.
En su horno pizzero de leña hacen a diario su propio pan, que nos dice, Anna Carla, «gusta mucho, tanto que algunos clientes lo piden para llevárselo a casa». Y es destacable la importancia que se otorga a una muy buena selección de aceites españoles y italianos, entre ellos los magníficos aoves premium de Almazaras de la Subbética.
Los entrantes fueron dos variantes de recetas con tomates muy frescas, muy italianas, Mediterráneo en vena.
Ensalada de tres deliciosos tomates de absoluta temporada, que acababan de llegar directamente del agricultor ecológico, raf ibérico, mar azul y bolitas de raf de cabo de Gata (dulces muy pequeños) con cebolleta y olivas verdes de Sicilia, albahaca fresca y orégano de Calabria.
Carpaccio de tomates y de mozzarella di bufala D.O.P., ajo blanco, aove.
Platos principales.
Pasta ‘fusilloni’, Gentile I.G.P., Gragnano con crema de guisantes frescos en fondo de sepia y sus tentáculos, con sepia marinada pasada por la plancha.
Aquí está la prueba, una de ellas, de la originalidad y autenticidad singular de Luna Rossa, como templo de la cocina vernácula napolitana. Sabores finos, destacados, limpios e identificables, con un fondo de fumet del cefalópodo integrado en la crema de guisantes frescos de absoluta temporada, en ese momento; la carne de la sepia bien cortada y de textura friable, muy rica, sabor marino con ahumados de plancha, y una pasta, para mí ignota, desconocida. ‘Fusilloni’, especie de espirales de buen tamaño, al dente, de una consistencia potente, de buen bocado, fina pero muy contundente. Plato de llenar. Satisface, gusta y es agradable la combinación de huerta y mar pero, aviso, para compartir o para buenos comedores.
Pizza artesana de Acciughe (anchoas)
Las pizzas son las que hicieron célebre a Luna Rossa, su coccion se realiza a más de 450 C⁰ directamente en la piedra de auténtica roca volcánica del Vesubio, que es la base del horno.
Siguen igual. Soberbias todas, la nuestra una espléndida y crujiente, al más puro estilo napolitano, de masa con un mínimo de 40 horas de fermentación, de una mezcla de harinas seleccionadas italianas. Fina, de agradable tacto, delicada y ligera viene con los aromas tostados del auténtico horno a leña napolitano (el primero que se instaló en Madrid) todo condimentado rigurosamente con auténticos productos italianos y de máxima calidad y producto fresco de temporada; salsa de tomate, no frito, de San Marzano, mozzarella «fior di latte» fresca, filetes de anchoas del Cantabrico, aceitunas de Gaeta, alcaparras sicilianas y orégano de Calabria.
Los Postres.
Tarta crema de ‘ricotta’, peras y galleta con ‘toping’ de chocolate negro y unos deliciosos y borrachos, ‘babá mignon al rhum’ (Ron) uno de los postres más típicos de la ‘bella Napoli’.
Buena colección de espirituosos y digestivos, grappas, limonccellos, etc.
En fín, un lugar entrañable. Que hay que conocer. Es un viaje mental y gustativo a los barrios más típicos de esa ciudad italiana, mucho tiempo hermanada con el Levante aragonés español.
Sitio para ir con familia, con pareja o para lograrla, «por el estómago se empieza…y ya se sabe Capri c’est Fini».
Se lo recomiendo a todos, ya que además no es nada caro, se puede comer perfectamente por 24/27 euros, incluso por algo menos, si se comparte (las raciones son considerables), y por supuesto con la opción, más gourmet, con vinos italianos por copas, para aprender y conocer, puede ascender a 35/39. Vamos, dado lo comido, bebido y sentido, un magnífico precio. Aunque su mejor escaparate es la cara de felicidad con que salen los comensales al salir.
Reserven, eso sí.
Rafael Rincón JM.
* Nuestro anterior post sobre Luna Rossa.
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